El presidente, acelera y ya no se detendrá. Va por todo, y no acepta la posibilidad de la derrota. Es una carrera contra el tiempo, contra su desgaste. Mientras, los muertos se le acumulan por decenas de miles. Se trata de popularidad contra fracasos. La transformación se vuelve tóxica, la democracia está en riesgo. El presidente se niega a soltar el poder y quiere destruirla. Ya sabe, que no es invencible. México transita en medio de la tragedia.
Andrés Manuel López Obrador, es un político obsesionado por el poder. Se siente infalible y superior; además, está empeñado en marcar época. Se considera, a sí mismo, de la estatura de Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas. En consecuencia, en su lógica, el obradorismo y la Cuarta Transformación, deben perdurar. Sus relevos potenciales, sus corcholatas, son impresentables, pero los adversarios también. Esas corcholatas se comportan como lacayos, van por el hueso sin pudor alguno. Los ciudadanos deberemos elegir al menos peor en las elecciones del 2024. ¿Cómo llegamos a esto? Otra vez.
La clase política mexicana apesta, desde hace décadas. Son tramposos, mentirosos y cínicos. Ya los conocemos. Los “ya no somos iguales”, resultaron ser los mismos o hasta peores. Morena, la Esperanza de México se quedó en nefasta realidad. Así, la soberbia del tabasqueño es del tamaño de sus mentiras, cinismo y sus fracasos. Nos volvimos a equivocar.
Estamos a 12 meses de arrancar, formalmente, la campaña presidencial del 2024, pero las ambiciones están desatadas descaradamente. El gobierno morenista está en campaña, planeando manifestaciones de apoyo al presidente y modificando leyes aceleradamente. Las ideas de gobierno, del Tlatoani, ya fueron aplicadas y pocas resultaron efectivas. Los abrazos y las becas a jóvenes no acabaron con la delincuencia, los secuestros, los homicidios y las desapariciones. La violencia se apodera de más territorios del país.