Los operadores chinos fallaron en el cálculo de los vientos que había en Alaska en esas fechas y también erraron al activar el sistema de autodestrucción.
El globo espía chino, derribado el pasado 4 de febrero por el Ejército estadounidense, vivió más de lo que le tocaba y un misil del F-22 le pilló donde no debía estar. Lo primero, porque los funcionarios chinos no activaron debidamente el sistema de autodestrucción que llevaba incorporado. En cuanto a lo segundo, Estados Unidos cree que realmente su función era espiar las bases militares de Guam y Hawái, pero que acabó en las costas de Carolina del Sur por capricho del viento.
Esta es la teoría que ahora mismo tiene más fuerza en la Inteligencia estadounidense. Así, el globo iba camino de Guam y Hawái -donde presumiblemente encontraría mucha más información que atravesando el pueblo de Billings-, cuando los fuertes vientos le dijeron que por ahí no, que tomara las nubes de Alaska y Canadá. Finalmente, esos vientos lo empujaron hasta Estados Unidos. Atravesó Montana, donde fue divisado claramente por muchos ciudadanos, y acabó ahogado en el Pacífico.
El continuo viraje en las hipótesis, desde uno y otro bando, demuestra que China y Estados Unidos están consiguiendo confundirse mutuamente. La reacción de una a las actuaciones de la otra está atravesada, frecuentemente, por el error.
De hecho, este miércoles algunos funcionarios estadounidenses deslizaron que cada vez están más convencidos que los tres objetos voladores derribados el pasado fin de semana en Norteamérica, en un primer momento calificados como nuevos casos de espionaje chino, no constituían ningún tipo de amenaza. Incluso se sospecha que, en realidad, se trataba de objetos utilizados para la investigación científica.