Morena y el Partido del Trabajo (PT) no ganarían por sí solos la gubernatura. La única posibilidad de nivelar la competencia es que uno de los candidatos (Armando Guadiana o Ricardo Mejía) decline en favor del otro. Sin embargo, niguno cede, al contrario, cada vez radicalizan más su dicurso. A menos que una voz resuene de lo alto en los próximos días o surja un escándalo de proporciones épicas. En la tesitura de perder el poder, el PRI se acorazó: atrajo al PAN para afrontar a la arrolladora maquinaria de la 4T, la cual, en apenas cinco años, se ha hecho con 22 estados.
En noviembre pasado, la coalición tripartita y el partido guinda estaban empatados técnicamente en la intención de voto, con el 39.1% y el 38.4%, respectivamente (Massive Caller, 15.11.22). De haber mantenido el impulso e incorporado al PT y al PVEM, Morena tendría hoy una ventaja de cinco o seis puntos. Así ocurre en Estado de México, donde Delfina Gómez supera a Alejandra del Moral, de la alianza PRI-PAN-PRD-Panal, por 5.8% (Massive Caller, 30.04.23). En la encuesta de El Universal, la ventaja aumenta a 20 puntos (02.05.23).
El escenario en Coahuila (a diferencia de Edomex) cambió cuando la coalición PRI-PAN-PRD y Morena anunciaron a sus candidatos. En la medición del 20 de diciembre, las intenciones de voto por Manolo Jiménez eran del 34.7% y por Guadiana del 26% de acuerdo con la misma fuente. Las preferencias disminuyeron con respecto a noviembre, pero en el caso del partido de la 4T la caída resultó más severa, pues el favorito era Ricardo Mejía. La postulación del exsubsecretario de Seguridad Pública, por el PT, le restó a Guadiana más de 15 puntos. El PVEM, aliado de Morena o del PRI, según convenga, se decantó por Evaristo Lenin Pérez, líder de Unidad Democrática de Coahuila (UDC).
En el seguimiento de Massive Caller de este domingo, Jiménez aventaja a Guadiana por 20.9 puntos (44.7 contra 23.8). Mejía ocupa el tercer (20.1%) y Pérez, el cuarto (5.7%). La coalición PRI-PAN-PRD parece haber llegado a su techo; si es el caso, la tendencia podría empezar a declinar. Pero incluso así llegaría al 4 de junio con un margen suficiente para obtener la gubernatura. El aparato del estado se ha volcado con Jiménez, quien además cuenta con el apoyo de las élites económicas. Además, en el PRI no hay fisuras visibles.
La única manera de cerrar la competencia sería con un arreglo cupular, lo cual implicaría una o dos declinaciones. La menos difícil sería la de Pérez, dada su posición en los sondeos, pero aun así se resiste. Mario Delgado, líder de Morena, ha tratado de persuadir a su homólogo del PT, Alberto Anaya, de llegar juntos a la elección del 4 de junio. La 4T ha ganado en coalición la mayoría de los estados y el control de la Cámara de Diputados. Las tendencias prefiguran el triunfo de Delfina Gómez en Estado de México, y aquí el de Manolo Jiménez, pero Morena no ha renunciado a Coahuila.
El fiel de la balanza es el presidente Andrés Manuel López Obrador. Tras recuperarse de un tercer contagio de COVID-19 y ante las especulaciones infundadas sobre su retiro, AMLO reanudó actividades con mayor frenesí, con un pensamiento entre ceja y ceja: consolidar la 4T en lo que resta del sexenio y en el próximo. Ese fue el propósito de la reunión celebrada el 26 de abril con gobernadores y legisladores de Morena, el PT y el Verde en Palacio Nacional. Los presidenciables, encabezados por Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, no podían faltar. Después del encuentro, los senadores aprobaron al vapor un paquete de reformas, impugnadas por las oposiciones, y más tarde se declaró de utilidad pública un tramo de Ferrosur del intocable Germán Larrea. En ese contexto, Coahuila cobra importancia. Perder las elecciones de gobernador con el PRIAN no alteraría el rumbo de la sucesión presidencial, pero si sería una afrenta inaceptable.