Guerrero y Coahuila son los estados más abstencionistas del país. En cambio, Aguascalientes, Campeche, Nuevo León, Baja California Sur, Distrito Federal y Querétaro registran los mayores niveles de participación. Así lo advierte un estudio del Instituto Nacional Electoral (INE) comprendido entre 1994 y 1997. A pesar de lo remoto de la investigación y de la alternancia en el poder, el desdén ciudadano hacia las urnas es el mismo e incluso ha aumentado. Sin embargo, hoy el mapa político es distinto. La mayoría de los electores abandonaron al PRI, PAN y PRD para dar su voto a Morena, pero el abstencionismo tampoco se redujo significativamente. Entre las elecciones federales de 2018 y 2021 la concurrencia a las casillas disminuyó nueve puntos (63/52%).
En Coahuila pasó lo mismo en los procesos de 2017 y 2023 para nombrar gobernador. En el primero votó el 60.6% de la lista nominal y en el segundo la participación retrocedió 4%. En las elecciones para diputados locales de 2020 el abstencionismo se disparó al 61%. El PRI ganó en todos los casos, así haya sido en finales de fotografía como el de Miguel Riquelme y el panista Guillermo Anaya en la carrera por la gubernatura. La alternancia estuvo a menos de tres puntos de lograrse. En 2023 el PRI recuperó los niveles de votación previos.
La derrota de 2017 desmoralizó al PAN y a los ciudadanos. El triunfo de Riquelme se resolvió en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, influido por el entonces presidente Enrique Peña Nieto. Sin embargo, en vez de reagrupar fuerzas y de encender de nuevo el espíritu de cambio, la cúpula panista tomó el camino fácil de aliarse con el PRI para afrontar a Morena en los comicios para gobernador del año pasado. El castigo fue tremendo: el PAN perdió 371 mil votos y solo le aportó 81 mil al candidato priista Manolo Jiménez. El PRI-PAN-PRD competirán juntos en la elección presidencial y legislativa del 2 de junio, pero no en la de alcaldes, lo cual aumentará la confusión.
El alejamiento ciudadano de las urnas es atribuible en gran medida a los partidos. Las cúpulas y burocracias utilizan sus posiciones para repartirse candidaturas y prebendas. Las militancias son ignoradas olímpicamente y se premia a incondicionales, improvisados, juniors y parientes. Legiones de exafiliados del PRI, PAN y PRD se han emigrado a Morena, Movimiento Ciudadano y al Partido Verde. Mantenerse unido el PRI en Coahuila le ha permitido sortear la ola de Morena. Las divisiones, el oportunismo y la falta de cuadros y de liderazgos en el movimiento fundado por el presidente Andrés Manuel López le facilitan las cosas al PRI y al Gobierno.
Aun así, Morena es la segunda fuerza más votada en el estado. Le sigue el PT, cuyo crecimiento no se debe al trabajo político de sus dirigencias nacional y local, sino a un nuevo militante: Ricardo Mejía. El ex subsecretario de Seguridad Pública rompió con el partido de la 4T tras la postulación de Armando Guadiana para la gubernatura. La votación del PT —históricamente marginal— subió con Mejía al 13.3%, apenas ocho puntos por debajo de Morena. El lagunero es ahora candidato a diputado plurinominal por las mismas siglas.
La única posibilidad de Morena para avanzar en Coahuila es que Claudia Sheinbaum —favorita para ganar la presidencia— eleve la votación por sus candidatos a senadores, diputados y alcaldes. En 2018, las fórmulas para el Senado, la mayoría de los aspirantes al Congreso y cuatro planillas municipales ganaron por López Obrador. El PAN está perdido de antemano. Lo máximo a lo que puede aspirar es a hacerse con las diputaciones de los distritos 3 (Monclova) y 6 (Torreón) con Theodoros Kalionchiz y Guillermo Anaya. La condición es que el priismo vote por ellos, como aliados del frente opositor, en vez de darles la puntilla. El PAN también podría conservar la alcaldía de Monclova y algunas otras de menor jerarquía.