El triunfo de la coalición PRI-PAN-PRD fue arrollador y superó todas las expectativas, si bien el abstencionismo (46%) creció con respecto a las elecciones de 2011 y 2017. El objetivo de conservar el poder e infligirle al presidente Andrés Manuel López Obrador una derrota abrumadora se logró con creces. Las fisuras en Morena y el doble juego de las cúpulas de los partidos Verde y del Trabajo hundieron a Armando Guadiana. La candidatura del empresario decepcionó a los militantes y simpatizantes de la 4T tan pronto como se hizo oficial. La dirigencia nacional de Morena ignoró las señales que anticipaban el fracaso. Guadiana había perdido dos elecciones previas: para gobernador, en 2017, y para alcalde de Saltillo, en 2021. El escaño senatorial se lo debe a AMLO.
Los coahuilenses no votaron a ciegas. Saben, o al menos intuyen, los intereses representados por Manolo Jiménez, Guadiana, Ricardo Mejía y Evaristo Lenin Pérez. El primero procede el grupo que tomó el poder hace 18 años con el tándem de los hermanos Humberto y Rubén Moreira, pero sin el apoyo de Miguel Riquelme hoy no sería gobernador electo. Guadiana termina su carrera política (retomada coyunturalmente tras 42 años de dedicarse a los negocios) enfermo y, en términos taurinos, en medio de una lluvia de cojines. Los opositores Mejía y Pérez tienen su propia historia.
Negado por el presidente López Obrador después de ponderarlo como subsecretario de Seguridad Pública, y abandonado por el PT, Mejía creó un movimiento paralelo al de la 4T. Pero sin estructura electoral, financiamiento público suficiente y con una prensa mayoritariamente adversa, era difícil obtener una votación importante, a pesar de lo cual duplicó a la del PAN. Mantenerse firme frente a los embates de AMLO, la inquina de Mario Delgado, líder de Morena, y la traición del PT, le atrajo simpatías de tirios y troyanos. También ganó presencia nacional por desafiar al caudillo de la 4T y mover los resortes de la sucesión presidencial. El alto abstencionismo, reflejo el malestar ciudadano, le permitió a la coalición hacer carro completo en los 16 distritos. El distribución de diputados de mayoría y de representación (sujeta a impugnaciones) es: PRI, 13; PAN, 5; Morena, 4; PT, 1; PVEM, 1; y UDC, 1.
El PAN difícilmente borrará de su historia la humillación de haberse rendido ante el PRI con el pretexto de frenar al presidente. En vez de luchar por el poder y ser vencido de pie, prefirió arrodillarse. La respuesta ciudadana es incontestable. La votación por el partido azul, que en 2017 superó los 430 mil votos, esta vez apenas rozó los 90 mil. Si la apuesta de la jerarquía panista consiste en ganar la presidencia con Santiago Creel o Lilly Téllez, de antemano está perdida. Ninguno tiene liderazgo ni estatura para competir en las elecciones de 2024. Mucho menos, capacidad para gobernar.
Uno de los saldos positivos de los comicios del 4 de junio es que abre cauces para construir en Coahuila una oposición real. El PAN renunció a ese papel y Morena jamás lo asumió. El camino no será fácil, pues el moreirato se encargó de anular toda disidencia, dentro y fuera del PRI. Esa fue una de las razones por las cuales Mejía y diversos cuadros abandonaron del estado y se afiliaron a otros partidos. La votación por Mejía (13.3%) corresponde a sectores que pugnan por un cambio político. Están molestos con los partidos e indignados por la impunidad, pero les falta un líder. El Tigre podría serlo, más aún si se incorpora a un proyecto nacional.