Andrés Manuel López Obrador ha mantenido a sus predecesores —la mayoría indefendible— a raya. Empezó por retirarles la pensión vitalicia, el seguro de gastos médicos mayores y el personal de seguridad y de servicio. Los presidentes en retiro (de Luis Echeverría, fallecido el año pasado, a Felipe Calderón) le costaron al país cientos de millones de pesos. Después convocó una consulta popular para enjuiciarlos. La participación, de apenas el 8%, no alcanzó el 40% requerido para ser vinculante, pero la abrumadora mayoría (90%) de quienes acudieron a las casillas votó por juzgar los crímenes del pasado.
Pero como con AMLO nunca se sabe, los expresidentes pusieron tierra de por medio. Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto radican en España. El primero obtuvo pasaporte del país ibérico por su ascendencia sefardí (judeoespañola); el segundo imparte clases en el Instituto Atlántico de Gobierno, fundado por el expresidente José María Aznar; y al tercero se le concedió una visa dorada por haber comprado un departamento valuado en medio millón de euros (9.3 millones de pesos al tipo de cambio actual). Ernesto Zedillo, el más respetable de todos, reside en New Haven, Connecticut, donde se desempeña como director del Centro para el Estudio de la Globalización de la Universidad de Yale.
Vicente Fox vive en su rancho de San Cristóbal, Guanajuato, estado del que fue gobernador antes de cruzarse la banda tricolor. La única elección celebrada con manifestaciones populares espontáneas ha sido la suya, pues supondría el fin de la «dictadura perfecta» que detentó el poder entre 1929 y 2000. El político-empresario resultó un fiasco como mandatario, y como expresidente ha sido aún peor. Zedillo tuvo la decencia de renunciar a una parte de su pensión y a otros beneficios antes de ser canceladas por López Obrador apenas iniciada su gestión. Fox, en cambio, protestó la medida y pidió a la aspirante presidencial del PAN-PRI-PRD, Xóchitl Gálvez, que, en caso de ganar, restablezca los subsidios.
A diferencia de legiones de políticos —nacionales y locales— enriquecido a costa del erario y de endeudar a sus estados, la situación del expresidente, al parecer, no es buena. «Me ha costado trabajo la pérdida de apoyos, de talento y recurso humano. La pérdida de seguros (…), el de gastos médicos mayores, anda sobre 100 mil pesos mensuales a mi edad. La gente dirá: “Qué bueno que lo pague usted”, pues no es así. Los presidentes deben tener tranquilidad y los expresidentes, igual; sucede en todo el mundo», declaró el 19 de julio al periodista Fernando Collado en el programa «Tragaluz» de Latinus en YouTube.
El problema de Fox es la inconexión entre la lengua y las neuronas. En la misma emisión pidió a Gálvez cumplir «eso de que los huevones no caben en el Gobierno y tampoco en el país. Ya se acabó que estés recibiendo programas sociales (a adultos mayores, jóvenes, madres solteras y otros grupos vulnerables): a trabajar, cabrones, como dice Xóchitl».
La aspirante presidencial del Frente Amplio por México refutó a su exjefe. No solo propone conservar las políticas sociales del Gobierno actual, sino incluso mejorarlas. Dos días después, Fox le dio otro empujón a Gálvez en la carrera presidencial. «Sheinbaum es judía búlgara, Marcelo es fifí francés, Noroña es extraterrestre y Adán Augusto de Transilvania». ¡La única mexicana es Xóchitl», publicó en su cuenta de Twitter. Más tarde se disculpó, pero cuando lo hizo ya había ardido Troya.