¿Bajo qué argumentos apela el PRI al voto de los coahuilenses para cubrir un ciclo de 100 años en la gubernatura? El primero es la seguridad, tema sobre el cual jamás se puede cantar victoria. La vecindad con Zacatecas, virtualmente en llamas, y la violencia en los estados gobernados por Morena, se utiliza para contrastar la baja incidencia de homicidios dolosos en Coahuila. Sin embargo, el suicidio, las adicciones y los delitos contra a la población de menos ingresos (asalto, robo a casa habitación…) registran índices preocupantes. La inversión extranjera directa y el empleo son las otras palancas para ganar votos.
Cuando existía la posibilidad de que Morena postulara a Ricardo Mejía se desató una campaña según la cual el entonces subsecretario de Seguridad Pública representaba un peligro para el estado, pues en tal caso «la violencia volvería a Coahuila». Organismos como la Coparmex y asociaciones civiles proclives a la coalición PRI-PAN-PRD colocaron anuncios espectaculares en Saltillo, Torreón y otras cabeceras. El mensaje, con un tufo amenazante mal disimulado, recuerda cuando varias ciudades del estado figuraban entre las más peligrosas del planeta. La fama agravó el estancamiento de Torreón, ahuyentó las inversiones y expulsó a legiones de jóvenes. La propaganda, visible en bulevares y calzadas, omite un detalle: esos tiempos se vivieron durante el moreirato.
La embestida se adaptó al nuevo escenario, sin variar el tono intimidatorio. Frente a los anuncios donde el candidato de Morena, Armando Guadiana, promete un «cambio verdadero» (no como el del PAN) y anticipa el fin del prianato, se instalaron espectaculares contra la 4T: «Y llegaremos nosotros para… transformar Coahuila en Zacatecas. Ya viene el cambio Morena». En los anuncios, firmados por el Frente Nacional anti-AMLO (Frena), se simulan impactos de bala de alto calibre. La seguridad en Coahuila no solo la ponderan los aliados del PRI en el sector privado, a quienes menos afecta, sino también el presidente López Obrador y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Pero atribuir el mérito únicamente a la administración local, sin dar crédito al Gobierno federal, ha generado fricciones. Para evitar nuevos conflictos con la 4T, el gobernador Miguel Riquelme empezó a destacar en sus discursos el apoyo de las fuerzas armadas y de la Guardia Nacional.
El desempeño de Riquelme juega en favor del PRI y de su delfín, pues reduce el margen de castigo en las urnas. De haber seguido la conducta atrabiliaria y arrogante de su predecesor habría ahondado el disgusto político y social y proporcionado más armas a la oposición. Mantener el orden y la disciplina financiera, impuestos por el elevado endeudamiento y el alto costo del servicio, cifrado en 6 mil 700 millones de pesos este año, también favorece. Empero, se sacrificó la inversión social y en infraestructura.
Riquelme cuidó cada área de la administración para tener un juicio menos severo como gobernador. La pandemia de COVID-19 le cayó como anillo al dedo, pues la estrategia de comunicación le dio liderazgo. Sofocar los brotes de violencia en la frontera y mantenerse alejado del escándalo subieron sus bonos. Sin embargo, existen factores que escapan de su control. El hartazgo social y la polarización representan un riesgo para su proyecto. La sombra del clan Moreira tampoco ayuda. En 2017 estuvo a punto de provocar la derrota del PRI y el 4 de junio aún es una incógnita.