Los últimos datos del empleo en la RSureste de Coahuila son buenos. Y esperanzadores. Algunos númros están superando los que se presentaban antes de la crisis. Las afiliaciones al IMSS semantienen a la alza los registros de los años ochenta. La creación de nuevos empleos aumenta.
En suma, el mercado laboral de sureste y La Laguna ha recuperado las cifras anteriores a la pandemia. Esa potente recuperación del empleo no solo se debe al efecto rebote habitual en las economías tras las recesiones. También está motivada por la política económica expansiva desarrollada por el Gobierno del Estado, por la cooperación de distintas administraciones, por el empuje inversor empresarial y la prudencia salarial de los sindicatos. También han tenido que ver los datos de vacunación y todo junto trasluce méritos tanto de su sistema sanitario como de la actitud de confianza de la población, nada propensa a negacionismos.
Pero no todo son alegrías. El aumento de los precios energéticos y los cuellos de botella en las cadenas de producción incrementan la inflación, al menos temporalmente. Los costos de los suministros industriales se dispararon y sectores como el automotriz ni pueden producir ni vender lo que habían proyectado. En lo familiar, la canasta básica sube en perjuicio sobre todo de las clases populares, cuyos ingresos, mellados por los precios, se dedican en mayor medida que la media a los gastos básicos. No es raro, pues, que el consumo de bastantes hogares este a la deriva. Las recetas obvias aconsejan acelerar inversiones y ultimar cuanto antes los proyectos líderes del plan de recuperación. Se debe aumentar la productividad declinante ya que son factores de estimulación de una moral de la gente inmersa en esa dramática dinámica económica.