La primera vez que Morena participó en unas elecciones fue en 2015 para renovar la Cámara de Diputados. El PRI obtuvo entonces 203 escaños; el PAN, 109; el PRD, 55; el Verde, 47 por su alianza con el PRI; el partido de AMLO, 35, y las demás siglas se repartieron los 51 restantes. Tres años después, el escenario dio un giro copernicano. La partidocracia anquilosada sucumbió ante la fuerza política y social liderada por el exjefe de Gobierno de Ciudad de México, oriundo de Macuspana, Tabasco. La votación del PRI se desplomó en más del 50%, la del PAN diminuyó marginalmente y la de Morena se disparó 90%. El fenómeno lo explican varios factores: 1) el hartazgo hacia los partidos tradicionales, 2) la corrupción galopante en los sectores público y privado y 3) la crisis de liderazgos. AMLO fue el catalizador del cambio que el PAN no cumplió y el PRI jamás prometió.
El triunfo de Morena no fue fortuito, sino consecuencia de un largo proceso y de luchas de la izquierda reprimidas. Su ascenso a la presidencia constituye un revulsivo, pues ha modificado el teatro nacional controlado en los 30 últimos años por el PRI, el PAN, los poderes fácticos y una oligarquía insaciable. Fuerzas poderosas de dentro y de fuera tratan de incidir en las elecciones presidenciales del 2 de junio próximo para recuperar privilegios. Xóchitl Gálvez, candidata del frente PAN-PRI-PRD, es funcional para el propósito de revertir las reformas económicas y sociales de la 4T. Sin embargo, Morena, como corriente política, está en vías de trascender a su caudillo. Así pasó en Argentina con el peronismo o en Colombia con el uribismo.
Los poderes fácticos presentan a López Obrador como «dictador» por no plegarse a sus intereses. Con Peña Nieto aprovecharon todavía la debilidad y falta de legitimidad de sus predecesores para imponer su agenda y sacar provecho. La 4T ha enfrentado, además de sus errores, resistencias enormes. En sus primeros meses en la presidencia, AMLO admitió lo difícil de poner al Gobierno en funcionamiento: «(…) estaba echado como un elefante reumático y mañoso (…) hay que pararlo y empujarlo para que le sirva al pueblo» (El Universal, 25.06.19)
Gobernar no tiene mucha ciencia, dijo al mismo tiempo. «Eso de que la política es el arte y la ciencia de gobernar no es tan apegado a la realidad. La política tiene más que ver con el sentido común, que es el menos común de los sentidos. La política —aseveró— tiene más que ver con el juicio práctico. La política es transformar, hacer historia. Es un oficio noble que permite a la autoridad servir a sus semejantes, servir al próximo. Esa es la verdadera política». Cuando Carlos Salinas de Gortari ganó fraudulentamente la presidencia ofreció «hacer política». Lo que hizo fue implantar el neoliberalismo que AMLO pretende desmontar con el rechazo de la minoría favorecida por esa teoría.
Raquel Buenrostro, secretaria de Economía y exjefa del Sistema de Administración Tributaria (SAT), narra en una entrevista cómo uno de los sectores beneficiarios —el de la industria farmacéutica— manipuló el mercado y boicoteó cuanto esfuerzo realizó el Gobierno federal para romper el monopolio y crear un nuevo sistema de reparto. La presión llegó al extremo de destruir medicamentos, provocar la muerte de menores e inducir protestas por la supuesta escasez. Los dueños de los laboratorios impusieron reglas para impedir que el Gobierno importara fármacos, pero cuando se les informó del inminente arribo a México de un cargamento procedente de Francia, montaron en cólera y abandonaron la sala, refiere Buenrostro. En 2018, cuatro distribuidoras facturaron al Gobierno 100 mil millones de pesos.