El círculo más cercano del presidente descarta a ultranza la posibilidad de que Morena pierda el 2024. Creen tener al electorado en sus manos. Su confianza será su tumba.
Hay un descuido cada vez más palpable hacia quienes fueron los votantes de López Obrador en 2018. El partido los concibe como votantes seguros. Piensa que, ante la disyuntiva entre votar por PRI-PAN y Morena, los votantes se decantarán de inmediato por la ungida del presidente. Esto es un error táctico y estratégico.
La creencia de tener la victoria del 2024 en el bolsillo ha llevado a Morena a cometer grandes errores y a olvidar una importante verdad: López Obrador no ganó el 2018 solo con su voto duro. Si ganó fue porque logró apelar a votantes fuera de su círculo de leales.
Entre los múltiples errores tácticos y estratégicos destacan tres.
El primero es la baja calidad de los candidatos. Morena piensa que puede poner a quien sea y ganar la elección. Así, las listas del partido se han llenado de impresentables o de personas que no conectan con el electorado más allá de la militancia. Peor aún, a veces no conectan ni con la militancia misma pues se asignan en concertación con partidos de la alianza o con el PRI.
Esto ha llevado a rupturas internas similares a las observadas en los 80 entre la dirigencia del PRI. Corrientes al interior de Morena que hoy por hoy llaman a un cambio estructural dentro del partido, pero mañana podrán llamar a votar por otro candidato o al abstencionismo. Nada asegura un partido Morena cohesivo al 2024.
El segundo error de Morena es la austeridad. Se supondría que la “austeridad republicana”, entendida como la reducción de gastos excesivos del gobierno, lograría liberar recursos para aumentar las transferencias sociales. En realidad, la austeridad se ha llevado al extremo, desapareciendo recursos y programas que los votantes valoraban, eliminando trabajos públicos y limitando subsidios que apoyaban a sectores afines a la izquierda como la cultura y las universidades públicas.
Más aun, la austeridad ha hecho que muchas de las políticas públicas del gobierno federal no funcionen. Por ahorrar, el gobierno ha implementado políticas con menor personal del requerido, ha perdido a cuadros talentosos y ha otorgado la realización de obras públicas a gente sin experiencia.
Es cierto que no se puede tener un gobierno rico con un pueblo pobre. Pero también es cierto que no se puede tener un pueblo rico, con un gobierno barato. Lo barato sale caro.
Finalmente, está la relación con los medios. Morena ha calculado mal su relación con la prensa, los intelectuales y toda persona que influye en la opinión pública. En vez de tener un acercamiento con la prensa, la ha alienado; en vez de arropar “influencers”, los ha desterrado. Pero aun, en su conferencia mañanera le da más raiting a los “intelectuales conservadores” (sic) que a cualquiera que tenga una postura afín a su movimiento.
Morena ha tomado como única métrica válida de su actuar la popularidad el presidente. Esto es un rotundo error. Nada indica que la popularidad del presidente se traduzca inmediatamente en votos. Zedillo tenía una popularidad del 66% cuando comenzó la campaña electoral del 2000 y perdió. Calderón tenía 59% y también perdió. Hoy en día, López Obrador tiene 58%.
Aún más importante, muchos de los ingredientes que llevaron a Morena al poder siguen vigentes. Por ejemplo, cuando López Obrador hizo campaña en el 2018, solo el 9% de los mexicanos creía que el país era gobernado “para el bien del pueblo”. Hoy esa cantidad ha aumentado mucho (29%), pero todavía, una asombrosa mayoría de los mexicanos cree que se gobierna solo para un puñado de poderosos (67%). Una oposición inteligente y bien financiada podrá capitalizar con estos errores.