La Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN) y la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC) firmaron un convenio de colaboración científica en el marco del Programa PRONAII-CONAHCYT para desarrollar, optimizar y validar un bioherbicida con base en los residuos de las plantas del semidesierto, particularmente la lechuguilla y el hojasén. Se busca sustituir el glifosato por un herbicida amigable. Los residuos de la lechuguilla, el giche; y los del hojasén son inofensivos. El glifosato tiene efectos dañinos para la salud y para el suelo, pues está considerado como una sustancia cancerígena por la Organización Mundial de la Salud (OMS), además de que contamina los mantos acuíferos. Este herbicida se ha venido usando por muchos años para el control de malezas, y dado a sus efectos dañinos, en el 2020 el gobierno federal decretó que gradualmente dejara de aplicarse este químico en el campo.
En la Facultad de Ciencias Químicas de la UAdeC y en la UAAAN se están haciendo trabajos de investigación para elaborar el producto que sustituya el glifosato. En la siguiente etapa se harán las pruebas correspondientes en plantaciones de maíz, café y aguacate, de productores de Sinaloa y Michoacán, para validar el herbicida elaborado con herbáceas del semidesierto y evaluar resultados.
En un documento elaborado por don Gustavo Aguirre Benavides (Nacido en Parras de la Fuente, Coahuila), gran conocedor de las plantas de la zonas áridas, en los ochenta del siglo pasado, hace casi cincuenta años, nos comparte sus preocupaciones, por la poca atención que a lo largo de los años hemos puesto, para aprovechar lo que nos provee el semidesierto. Dice que en las palmas, los magueyes, las lechuguillas y el guayule, encontramos una muestra de las grandes utilidades que estas plantas endémicas y exóticas, nos aportan, pues es posible extraer de ellas productos nobles de preciosa utilidad, hasta ahora desapercibida, tanto por desconocimiento de sus elementos aprovechables o de su técnica de explotación.
Don Gustavo señala en su texto que el resultado de los pocos estudios que hasta esa fecha, en los ochenta del Siglo XX, se habían realizado en forma tenaz y entusiasta por investigadores, llevados únicamente por su enorme interés científico, “solo se ha logrado compilar una relación de nuestros vegetales más conspicuos, pero para nuestro objetivo considero de imprescindible utilidad, no tan sólo acrecentar el acervo de nuestra flora herbácea, arbustiva y arbórea económicamente aprovechables, sino conocer con precisión los elementos beneficiosos que la constituyen y como hemos dicho en anteriores párrafos, darles categoría de cultivo racional y técnico. Estos conceptos en los que tanto he insistido, han dado lugar a acerbas críticas, al grado de considerarme utópico o demasiado optimista en mis apreciaciones; estas opiniones han emanado de agrónomos prestigiados, pero sin duda alguna, ajenos a las investigaciones de este campo”. Este llamado del ingeniero Aguirre Benavides ahora tiene eco en los trabajos de estos investigadores de la Narro y de la UAdeC apoyados por el CONAHCYT.
Finalmente, en su ensayo don Gustavo nos dice: “Nuestras zonas áridas con su abundante y variada flora, de la que muchas especies pueden brindarnos óptimos beneficios debemos conquistarlas a la mayor premura, apoyándonos con los mismos elementos que ellas nos proporcionan; esta naturaleza asaz objetiva, nos está señalando el camino a seguir; si en nuestras llamadas zonas áridas lloviese en invierno y primavera y las temperaturas máximas de verano fuesen gratas al confort humano y adecuadas al cultivo de los clásicos, la candelilla no produciría cera, el mismo fenómeno se observaría en todos los demás vegetales propios del desierto; las fibras duras de las yucas y los agaves proporcionarían celulosa de calidad inferior; el guayule no tendría razón fisiológica para metabolizar más goma, en defensa de su clorovaporización; ni tampoco las productoras de proteínas esenciales como la flor del huizache, sin embargo, esto es lo más interesante del fenómeno, cuando las lluvias exceden lo normal, las plantas de las zonas áridas no nos dan sus productos; así pues, es improrrogable la necesidad de realizar estudios que nos permitan aprovechar las propiedades de las plantas del desierto”.
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