El presidente francés va a tener enfrente una fuerte oposición de izquierdas que lo desafiará con rotundidad los próximos cinco años y un partido de extrema derecha implantada en todo el territorio con muchos diputados
La primera vuelta de las elecciones legislativas francesas, tras las presidenciales del 23 de abril, confirma la recomposición del espacio político entre tres grandes bloques: liberal de derecha, la nueva izquierda y la vieja extrema derecha. La gran novedad se visualiza en los resultados excepcionales de la izquierda de la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (NUPES), en torno al partido Francia insumisa de Jean Luc Mélenchon. Supone en sí misma una victoria, incluso si no pudiera alcanzar una mayoría en la próxima Asamblea Nacional. Con todo, los altos índices de abstención parecen ser una dinámica exponencial desde hace años.
Si el próximo domingo se materializa definitivamente la relevante progresión de la izquierda unida, podremos dar por concluida la anomalía que ha caracterizado el campo político francés desde 2017, esto es, el lema “No hay nada frente a Macron”. Es un reto enorme para el presidente, cuyos márgenes de gobernabilidad se volverán muchos más estrechos