La estrategia de ignorar los atributos de Andrés Manuel López Obrador y su ascendencia entre los sectores populares, para presentarlo como un político cerril y un «peligro para México», seguida durante más de una década por las élites, los medios de comunicación, la «comentocracia» y los intelectuales de derecha, redundó en su beneficio, pues en lugar de anularlo le abrieron las puertas de Palacio Nacional. AMLO persistió como nadie en el propósito de ser presidente. Actuó a la vista de todos, no en la clandestinidad ni en la montaña, refugio de la guerrilla. Su carrera la hizo a ras de tierra, no en los pasillos del poder, sin el padrinazgo de clanes políticos ni financieros.
Carlos Salinas de Gortari representa la otra cara de la moneda. Cuando el PRI lo destapó en 1988, en medio de la crisis provocada por la escisión de la corriente de izquierda comandada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, a la cual pertenecía López Obrador, el candidato, exultante, se dirigió a su padre, Raúl Salinas Lozano, y le dijo: «Nos tardamos 25 años, pero llegamos». En la sucesión de 1958, el presidente Adolfo López Mateos se decantó por el secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz. El resto de los aspirantes quedó en limbo, entre ellos el titular de Industria y Comercio, Salinas Lozano.
López Obrador es el primer presidente del sur/sureste después de la Revolución. Su estilo desconcertó desde un principio a la clase política y a los grupos de poder, habituados al trato artificioso y ampuloso con los mandatarios emanados del centro (Ciudad de México, Puebla y Estado de México). Carlos A. Madrazo, el Ciclón del Sureste, paisano de AMLO, quiso democratizar al PRI y suceder a Díaz Ordaz. No pudo, pues el 4 de junio de 1969 el Boeing 727X-SEC de Mexicana de Aviación en que viajaba se estrelló en la Serranía del Frayle, antes de aterrizar en Monterrey. Luis Donaldo Colosio, otro candidato incómodo para la nomenklatura, fue asesinado después de un mitin en Tijuana.
Leticia Bonifaz Alonzo, exdirectora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dice en El presidente que llegó del sur: «López Obrador es un tabasqueño orgulloso de sus orígenes. Desde la primera campaña presidencial conectó con los suyos, las personas que habitan los lugares que registran el mayor atraso y las mayores brechas de desigualdad. La novedad en la elección reciente (2018) fue la fuerza que tomó en el norte, ese norte que tiene reclamos diferentes, pero que se suma al anhelo de un México en paz. El presidente que llegó del sur nació y creció en el estado más verde de la república, en el más líquido por la desembocadura del Grijalva y el Usumacinta. Ese hecho le hace tener una visión distinta del país, la cual se ha enriquecido con las múltiples giras por todo el territorio nacional a ras de suelo» (El Universal, 18.08.18».
—La política, apunta Bonifaz, se les da a los tabasqueños de manera natural —dicho por ellos— debido a que el calor los expulsa de las casas al fresco de las calles y las plazas. La gente de Tabasco pasa el mayor tiempo en el espacio público hablando en público. Andrés Manuel tuvo ese patrón de vida y se nota». Ese es el AMLO que sus adversarios y las élites no quisieron ver y se obstinaron en ignorar. Sin embargo, la mayoría lo escuchó, le prestó atención y lo llevó a la presidencia, donde se convirtió en el némesis de los poderosos.