Pacientes hartas del «pinkwashing» denuncian la banalización de su enfermedad y el aprovechamiento comercial de su dolor.
Octubre es el mes que se ha convertido en un mar de lazos rosas, campañas de publicidad y edificios iluminados que «concientizan» sobre el cáncer de mama. Este sábado 19 de octubre, Día Internacional de la Lucha Contra el Cáncer de Mama, se nos venderá una vez más la imagen de la enfermedad como una batalla que se puede vencer con fuerza y positivismo. Pero para muchas mujeres que viven día a día con esta patología, la realidad es muy diferente y profundamente dolorosa.
A primera vista, el cáncer de mama parece haberse convertido en una causa a la que todos se adhieren. Las empresas despliegan lazos rosas y lanzan productos especialmente «diseñados» para apoyar la lucha contra esta enfermedad. Sin embargo, lo que está ocurriendo en realidad es una comercialización masiva y frívola del sufrimiento ajeno. Este fenómeno ha sido bautizado como pinkwashing, un término que denuncia la mercantilización superficial y engañosa de una causa seria.
Banalización del cáncer y el mensaje tóxico del «todo saldrá bien»
Las campañas rosas, nacidas en los años 90 con un objetivo positivo de sensibilización, han conseguido que las tasas de mortalidad disminuyan un 42%. No obstante, a día de hoy estas campañas están causando más daño que bien. La simplificación excesiva de la enfermedad y la imposición del positivismo perpetuo han hecho que muchas mujeres sientan que su sufrimiento es minimizado y que las expectativas que se colocan sobre ellas son inhumanas.
Izaskun González, miembro de las asociaciones Izan Iñurri y maiTETAbizi, lo expresa con claridad: «El cáncer de mama no es rosa, es un problema muy gordo». Izaskun, a quien se le diagnosticó cáncer de mama metastásico hace siete años, critica que las campañas solo mencionan el buen pronóstico a cinco años, sin hablar del 30% de mujeres que recaen con metástasis, una condición incurable. «Esas campañas dulcifican todo tanto que se pierde esa información y hacen que la gente no sepa cómo tratarte», añade.
El positivismo tóxico que rodea el cáncer de mama genera frases como «¡Venga guerrera, de esto se sale!» o «Este es el mejor cáncer que te ha podido tocar». Este tipo de mensajes ignoran la realidad de muchas mujeres que conviven con el miedo y la incertidumbre, sabiendo que podrían no sobrevivir. Pilar Fernández Pascual, presidenta de la Asociación Española Cáncer de Mama Metastásico (AECMM), señala con dolor: «Nosotras no vamos a curarnos nunca y no nos consideramos perdedoras de ninguna batalla. Al revés, el mejor ejemplo de positividad es levantarte todos los días y tratar de hacer una vida normal, a pesar de saber que no te curarás jamás».
El lenguaje bélico y la «mochila emocional»
Uno de los mayores problemas que enfrentan las pacientes es el lenguaje bélico que se utiliza para describir su enfermedad. Frases como «eres una luchadora» o «vas a ganar esta batalla» añaden una presión emocional innecesaria. «No podemos cargar con una enfermedad letal y encima con la mochila emocional de creer que estamos enfermas porque no hemos luchado lo suficiente», afirma Pilar. Este enfoque, además de ser injusto, deshumaniza a las mujeres que no sobreviven, sugiriendo que no fueron lo suficientemente valientes.
Izaskun también critica duramente este tipo de mensajes, considerando que implican que quienes no sobreviven son menos fuertes. «¿Qué pasa, que mis compañeras que han muerto este año no han luchado lo suficiente? Es una barbaridad», reflexiona.
Las empresas: lucrando con la enfermedad
Una de las mayores críticas de las pacientes recae sobre las empresas que se suben al carro del pinkwashing, utilizando el cáncer de mama como una excusa para vender más productos. «Es una vergüenza que empresas superpotentes se sumen a la campaña rosa para decir ‘qué solidarios somos’, cuando en realidad no están aportando nada», denuncia Izaskun.
El problema es que muchas empresas explotan la enfermedad para generar ingresos, vendiendo productos en los que una fracción mínima del precio se destina a la investigación o el apoyo a las pacientes. Izaskun da ejemplos impactantes: «Venden secadores rosas o piden que te pongas un lazo en el pelo. ¿Dónde me lo pongo? ¿En la peluca? Esto es una broma». Además, menciona marcas que afirman donar un minuto de investigación por cada compra, sin comprender el verdadero coste de la investigación científica. «Me estás diciendo que me cobras seis euros por un producto que normalmente valdría tres, y solo donas 50 céntimos. Aquí, el único que gana es la empresa», critica con contundencia.
Lo que realmente se necesita: más investigación y menos superficialidad
La verdadera batalla contra el cáncer de mama no está en los lazos rosas ni en el marketing superficial. Las pacientes insisten en que lo que realmente se necesita son mayores recursos para la investigación y un acceso más rápido a tratamientos innovadores. Además, es fundamental reconocer que esta no es solo una enfermedad de mujeres. Los hombres también pueden sufrir cáncer de mama, pero la obsesión con el rosa a menudo los invisibiliza.
La lucha contra el cáncer de mama debe centrarse en la realidad de las pacientes, no en edulcorar la enfermedad para que sea más «digerible» para el público. Es hora de dejar de lado el positivismo forzado y escuchar las voces de quienes viven con esta enfermedad cada día. No necesitan que les llamen «guerreras», sino apoyo real, recursos para la investigación y, sobre todo, empatía.
El cáncer de mama no es una fiesta rosa. Es una realidad dura que muchas mujeres enfrentan con valentía y dignidad, sin necesidad de que se trivialice su dolor.