Chile y Argentina experimentan una metamorfosis de sus zonas vinícolas por el cambio climático. Mientras, el vino del Cono Sur sigue popularizándose en Alemania.
«La escasez de agua ha provocado que mucha gente decida cambiar su cosecha», comenta a DW Elina Carbonell, viticultora y propietaria de la viña Lugarejo, en la provincia de Colchagua, Chile. «Muchos están emigrando de la viticultura a otros sectores», comenta.
La industria vitivinícola chilena representa un 0,5 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional, según datos del Gobierno del país latinoamericano, además de encabezar la clasificación de exportaciones de toda América Latina, prácticamente a la par con su vecino, Argentina. Los cambios en el clima, sin embargo, podrían poner en riesgo el sector.
Incendios como el que afectó en 2017 la zona centro-sur de Chile y las sequías, cada vez más agudas, están desplazando las zonas fértiles, según destacó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, algo que está teniendo sus consecuencias en las condiciones de las viñas.
Las consecuencias del calentamiento
En Argentina, ha habido heladas y sequías que han afectado a regiones vitivinícolas como Mendoza, a unos 1.000 kilómetros al oeste de Buenos Aires, una zona que encabeza el volumen de mercado interno de este licor.
«La temperatura anual sube, la uva madura antes, la vendimia se adelanta, así que la nueva norma exige adaptación”, dice a DW Florencia Fontanarossa, empresaria argentina instalada en Berlín, Alemania. «Hay bodegas que han perdido producción por estos acontecimientos tan extremos”, señala.