El derrumbe del PRI empezó cuando la tecnocracia neoliberal tomó el poder con Miguel de la Madrid (1982), pero se aceleró con Carlos Salinas de Gortari, quien recelaba de la clase política tradicional a la cual tomaba por venal e inepta. Una encuesta levantada hacia finales de los ochenta del siglo pasado reveló que los cuadros de la administración educados en el extranjero se identificaban poco o nada con el partido gobernante. José López Portillo declaró ser «el último presidente de la Revolución». El ala progresista del viejo partido de masas se escindió para afrontar a Salinas en las elecciones de 1988 y postuló a Cuauhtémoc Cárdenas bajo el paraguas del Frente Democrático Nacional (FDN). Un año más tarde, el excandidato del PAN, Manuel Clouthier, murió en un extraño accidente de carretera, sin reconocer a Salinas como presidente.
Jorge de la Vega, líder del PRI repudiado por los tecnócratas, le había prometido a Salinas 20 millones de votos, pero no le juntó ni la mitad (9.6 millones). Cárdenas ganó en Baja California, Estado de México, Michoacán, Morelos y Distrito Federal. Una vez en la presidencia, Salinas se deshizo de los gobernadores de las tres primeras entidades y de otras 14, y los reemplazó por tecnócratas. El programa Solidaridad, diseñado para granjearse el apoyo de las clases populares, representó el ensayo de un nuevo partido. No cuajó, pero en 1991 le permitió recuperar posiciones en el Congreso.
La elección de Salinas ha sido una de las más sucias de la historia moderna. Ocurrió en un clima de persecución, violencia y linchamiento mediático contras las oposiciones, en particular contra el FDN y su candidato. Decenas de activistas de izquierda y colaboradores de Cárdenas, entre ellos Xavier Ovando y Román Gil, fueron asesinados antes y después de los comicios. El episodio lo refiere la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el documento Violentan los derechos democráticos de la población mexicana. Fraude electoral a Cuauhtémoc Cárdenas:
«A pesar del fraude, la elección de 1988 provocó, sobre todo con intensas movilizaciones, una amplia y firme toma de conciencia en la población respecto del cambio que podía generarse con la participación en la vida pública y el voto. Este primer impulso en la lucha por los derechos democráticos de nuestro país llevó eventualmente a la alternancia, al cambio del grupo gobernante y al fin de un régimen gobernado por un solo partido. (…) Más allá de la perspectiva electoral, la democracia se entiende como un sistema que promueve y permite el respeto de los derechos y libertades de las personas».
La alianza con la oligarquía, la iglesia y la derecha (el PAN fue su principal apoyo) convirtió a Salinas en uno de los presidentes más poderosos y temidos. Sin embargo, la fantasía modernizadora se hizo añicos en el último año de su gestión, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, mostraron al mundo la realidad de un país desigual e injusto, dirigido por una clase política más predadora y cínica que la anterior. Identificado por el presidente Andrés Manuel López Obrador como el jefe de la «mafia del poder», Salinas no ha dejado de intervenir en la política con una influencia cada vez menor. Hace dos años obtuvo la nacionalidad española, pero el fantasma de Colosio podría alcanzarlo hasta Madrid. El caso lo reabrió un Tribunal Colegiado al invalidar la sentencia federal contra el «asesino solitario».