Las técnicas para mentir y controlar las opiniones se han perfeccionado en la era de la posverdad: nada más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas.
La era de la posverdad es en realidad la era del engaño y de la mentira, pero la novedad que se asocia a ese neologismo consiste en la masificación de las creencias falsas y en la facilidad para que los bulos prosperen.
La mentira debe tener un alto porcentaje de verdad para resultar más creíble. Y mayor eficacia alcanzará aún la mentira que esté compuesta al cien por cien por una verdad. Parece una contradicción, pero no lo es.
La poscensura
Hasta aquí se han analizado someramente (por razones de espacio y de lógica periodística) las técnicas de la posmentira y la posverdad. Pero los efectos perniciosos de ambas reciben el impulso de la poscensura, según la ha retratado y definido Juan Soto Ivars en Arden las redes (Debate, 2017).
En este nuevo mundo de la poscensura, quienes se manifiestan al margen de la tesis dominante recibirán una descalificación muy ofensiva que actúa como aviso para otros marineros. Así, la censura ya no la ejercen ni el Gobierno ni el poder económico, sino grupos de decenas de miles de ciudadanos que no toleran una idea discrepante, que se realimentan entre sí, que son capaces de linchar a quien a su juicio atenta contra lo que ellos consideran incontrovertible y que ejercen su papel de turbamulta incluso sin saber muy bien qué están criticando.
Soto Ivars detalla algunos casos espeluznantes. Por ejemplo, el apaleamiento verbal sufrido por los escritores Hernán Migoya y María Frisa a partir de sendos tuits iniciales de quienes confundieron lo que expresaban sus personajes de ficción con lo que pensaba el respectivo creador, y que fueron secundados de inmediato por una muchedumbre endogámica de seguidores que se apuntaron al bombardeo sin comprobación alguna. Lo mismo hicieron algunos periodistas que, para no quedarse fuera de la corriente dominante, recogieron sin más de las redes el manipulado escándalo, blanqueando así la mercancía averiada.
Esta inquisición popular contribuye a formar una espiral del silencio (como la definió Elisabeth Noelle Neumann en 1972) que acaba creando una apariencia de realidad y de mayoría cuyo fin consiste en expulsar del debate a las posiciones minoritarias. En ese proceso, la gente se da cuenta pronto de que es arriesgado sostener algunas opiniones, y desiste de defenderlas para mayor gloria de la posverdad, la posmentira y la poscensura. Así, el círculo de la manipulación queda cerrado.