Las técnicas para mentir y controlar las opiniones se han perfeccionado en la era de la posverdad: nada más eficaz que un engaño basado en verdades, o envuelto sutilmente en ellas.
La era de la posverdad es en realidad la era del engaño y de la mentira, pero la novedad que se asocia a ese neologismo consiste en la masificación de las creencias falsas y en la facilidad para que los bulos prosperen.
La mentira debe tener un alto porcentaje de verdad para resultar más creíble. Y mayor eficacia alcanzará aún la mentira que esté compuesta al cien por cien por una verdad. Parece una contradicción, pero no lo es.
La posverdad
La mentira siempre es arriesgada, y requiere de medios muy potentes para sostenerse. Por eso suelen resultar más eficaces las técnicas de silencio: se emite una parte comprobable del mensaje pero se omite otra igualmente verdadera. He aquí algunos ejemplos:
La insinuación. No hace falta usar datos falsos. Basta con sugerirlos. En la insinuación, las palabras o las imágenes expresadas se detienen en un punto, pero las conclusiones que inevitablemente se extraen de ellas llegan mucho más allá. Sin embargo, el emisor podrá escudarse en que sólo dijo lo que dijo, o que sólo mostró lo que mostró. La principal técnica de la insinuación en los medios informativos parte de las yuxtaposiciones: es decir, una idea situada junto a otra sin que se explicite relación sintáctica o semántica entre ambas. Pero su contigüidad obliga al lector a deducir una vinculación.
Eso sucedió el 4 de octubre de 2016 cuando Iván Cuéllar, el guardameta del Sporting de Gijón, salía del autocar del equipo para jugar en el estadio de Riazor. Recibido por pitos de la afición coruñesa, Cuéllar se detuvo y miró fijamente hacia los hinchas. La cámara sólo le enfocaba a él, y eso hacía deducir una actitud retadora ante los silbidos. Y como tal se presentó en un vídeo de un medio asturiano. De ese modo, se mostraban, yuxtapuestos, dos hechos: la afición rival que abucheaba y el jugador que miraba fijamente hacia los hinchas. No tardó en llegar la acusación de que Cuéllar había sido un provocador irresponsable.
Hubo algo que aquellas imágenes no mostraron: entre los aficionados, una persona había sufrido un ataque epiléptico y eso llamó la atención del portero del Sporting, que miró fijamente hacia allá para comprobar que el hincha era atendido (por el propio servicio médico del club). Una vez que verificó que así sucedía, siguió su camino. Tanto la presencia de los hinchas como sus silbidos y la mirada del futbolista fueron verdaderos. Sin embargo, se alteró el mensaje —y por tanto la realidad percibida— al yuxtaponerlos hurtando un hecho relevante.
La presuposición y el sobrentendido. La presuposición y el sobrentendido comparten algunos rasgos, y se basan en dar algo por supuesto sin cuestionarlo. Por ejemplo, en el conflicto catalán se ha extendido la presuposición de que votar es siempre bueno. Sin embargo, esa afirmación no puede ser universal, puesto que no se aceptaría que el Gobierno español quisiera poner las urnas para que sus ciudadanos votasen si desean o no la esclavitud. Sólo el hecho de admitir esa posibilidad ya sería inconstitucional, por mucho que la respuesta se esperase negativa. Primero habría que modificar la Constitución para permitir la esclavitud, y luego ya se podría votar al respecto. Por tanto, se ha creado una presuposición según la cual el hecho de votar es siempre bueno, cuando la validez de una consulta va ligada a la legitimidad y a la legalidad democrática de lo que se somete a votación.
A veces los sobrentendidos se crean a partir de unos antecedentes que, reuniendo todos los requisitos de veracidad, se proyectan sobre circunstancias que coinciden sólo parcialmente con ellos. Por ejemplo, en los denominados papeles de Panamá se denunciaron casos veraces de ocultación fiscal. Una vez expuestos los hechos reales y creadas las condiciones para su condena social, se añadieron a la lista otros nombres sin relación con la ilegalidad; pero el sobrentendido transformó la oración “tiene una cuenta en Panamá” en una figura delictiva que contribuyó a crear un estado general de opinión falseado. No es delito hacer negocios en Panamá y abrir para ello cuentas allí; pero si esto se expresa con esa oración sospechosa, lo legal se convierte en condenable por vía de presuposición.
La falta de contexto. La falta del contexto adecuado manipula los hechos. Así sucedió cuando el diputado independentista catalán Lluís Llach recibió ataques injustos por unas declaraciones sobre Senegal. El 9 de septiembre de 2015, un periódico barcelonés recogía este titular, puesto en boca del excantautor: “Si la opción del sí a la independencia no es mayoritaria, me voy a Senegal”. De ahí se podía deducir que irse a Senegal era algo así como un acto de desesperación (y una ofensa para aquel país africano). De ese modo lo interpretaron algunos columnistas y cientos de comentarios publicados bajo la información. Sin embargo, ésta había omitido un contexto relevante: Llach creó años atrás una fundación humanitaria para ayudar a Senegal, y por tanto, lejos de expresar un desprecio en sus palabras, mostraba su deseo de volcarse en esa actividad si fracasaba su empeño político. En esa falta de datos de contexto se puede incluir la omisión cada vez más habitual de las versiones y las opiniones —que deberían recogerse con neutralidad y honradez— de aquellas personas atacadas por una noticia o una opinión.
Inversión de la relevancia. Los beneficiarios de esta era de la posverdad no siempre disponen de hechos relevantes por los cuales atacar a sus adversarios. Por eso a menudo acuden a aspectos muy secundarios… que convierten en relevantes. Las costumbres personales, la vestimenta, el peinado, el carácter de una persona en su entorno particular, un detalle menor de un libro o de un artículo o de una obra (como en aquel caso de los titiriteros en Madrid)… adquieren un valor crucial en la comunicación pública, en detrimento del conjunto y de las actividades de verdadero interés general o social. De ese modo, lo opinable o subjetivo sobre esos aspectos secundarios se presenta entonces como noticioso y objetivo. Y por tanto, relevante.