El personal de salud lo recuerda con frecuencia: mantenerse hidratado es clave para nuestra salud. Especialmente en verano, cuando las altas temperaturas pueden jugarnos malas pasadas. Tanto que nuestro organismo nos envía señales cuando no bebemos la cantidad de agua suficiente.
Estas pueden aparecer en forma de:
- Mareos
- Dolor de cabeza
- Aletargamiento
- Sensación de boca seca
- Calambres musculares
- Sudor frío
- Visión borrosa
- Pérdida de conocimiento
Son algunos de los posibles síntomas de la deshidratación, que puede conllevar una mala función renal y esta provocar la aparición de arritmias. De ahí que beber la suficiente cantidad de agua sea fundamental para cuidar la salud.
La razón es que el agua supone entre un 50 y un 70% de nuestra masa corporal, y si disminuye ese porcentaje, el funcionamiento de los órganos puede encontrarse con dificultades. Las células que forman nuestros órganos tienen agua, y también está presente en líquidos como la sangre, la orina o la bilis. Por eso debemos recuperar constantemente el agua que perdemos a lo largo del día, para que el organismo funcione correctamente.
En épocas de altas temperaturas, como ocurre durante el verano, con el calor aparece el sudor, que provoca que eliminemos más agua de la habitual. Por eso debemos reponer con más frecuencia el contenido hídrico que el cuerpo ha perdido. Y eso supone consumir entre dos y tres litros diarios, algo más si se trata de mujeres embarazadas o en periodo de lactancia. Tan solo los niños menores de tres años están excluidos de esta recomendación: entre 0 y 6 meses se calcula que deberían beber unos 0,7 litros de agua; entre los 7 meses y el año, 0,8 litros; y entre uno y tres años, 1,3 litros de agua.