Gasolinas caras, gas por las nubes y tarifas eléctricas cada vez más lejos del alcance de los consumidores. La realidad refuta las promesas del presidente Peña Nieto para vender la reforma eléctrica de 2013, aprobada por los diputados del PRI, PAN (hoy cabezas de la coalición «Va por México»), Partido Verde y Nueva Alianza. Los «gasolinazos», fuera del guion, provocaron disturbios y violencia en la frontera y las principales capitales del país, mientras los inversionistas nacionales y extranjeros incrementaban sus ganancias. El exdirector de Pemex, Emilio Loyoza, denunció el pago de sobornos a legisladores del PAN (Ricardo Anaya presidía la mesa directiva del Congreso) y las presiones del senador Francisco Javier García (PRI), actual gobernador de Tamaulipas, para apoyar la reforma de Peña a cambio de contratos. Los cabilderos transnacionales también recurrieron al unto de México.
Energy21 presentó un balance sobre la reforma peñista en 2019: «Se cumplen ocho años de que el entonces presidente de México, Enrique Peña Nieto presentara una iniciativa de reforma constitucional en materia energética, misma que fue promulgada el 20 de diciembre de ese año y concretó la apertura de la industria petrolera, eléctrica y otras fuentes de energía al capital privado. (…) la reforma energética fue vendida como aquella panacea que bajaría los costos de los recibos de luz y el gas, aumentaría la inversión y los empleos e incrementaría la producción petrolera a tres millones de barriles diarios para 2018».
»A junio de 2021, la plataforma nacional osciló en un millón 861 barriles diarios, de los cuales sólo el cuatro por ciento, equivalente a 70 mil barriles proviene de contratos privados. Con la reforma energética se esperaba que la producción de crudo aumentara de 2.5 millones de barriles diarios a 3 millones para 2018 y a 3.5 millones o más para 2025». Fluvio Ruiz Alarcón, exconsejero profesional independiente de Pemex, declaró a Energy21 que la reforma se sobrevendió desde un principio. «Lo que se planteó en la exposición de motivos (…) no tiene nada que ver con la realidad», advierte.
El análisis «Reforma Energética de 2013, ¿éxito o fracaso para México?» pondera los pros y contras del cambio de política en el sector. «(…) la propuesta recibió críticas, (pero) parecía trazar un nuevo rumbo en la industria energética de México, volviéndola atractiva para los inversionistas (…). Sin embargo, la transición política de 2018 frenó los avances, ya que desde el día uno del Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se detonó una inconformidad hacia la reforma que, en su opinión, representa el modelo neoliberal que desfavoreció a Pemex y CFE, dejándolas al borde de la desaparición, de acuerdo con el titular del Ejecutivo».
Entrevistada por el mismo medio, Abril Moreno, directora general de Perceptia21, apunta que la producción de hidrocarburos y el control del suministro eléctrico, no son factores determinantes para la consolidación de un modelo de seguridad energética». Sergio Pimentel —analista— reconoce la claridad de la propuesta presidencial para fortalecer a Pemex y a la CFE, «sin embargo, las autoridades federales no han sido claras sobre cómo hacerlo». Los partidos que aprobaron la reforma de Peña Nieto, sin el Verde, pero con los restos del PRD, echaron abajo la iniciativa del presidente López Obrador. Las transnacionales ganan de nuevo y la factura, para no variar, la pagan de nuevo las familias con precios y tarifas más caros. La coalición «Va por México», por su parte, sufre el efecto bumerán.