Se trata de una de las cosas más altruistas que podemos hacer. Hay gente que la necesita y, si pesamos más de 50 kg, somos mayores de edad y estamos sanos, podemos ‘regalársela’ a alguien necesitado hasta 4 veces al año
Estamos secos. Tal y como informan desde la Asociación Madrileña de Hematología y Hemoterapia, en el periodo vacacional se producen un 20% menos de donaciones de sangre.
Entonces… ¿qué hacemos? La sangre sigue haciendo falta. Siempre hay heridos y operados, así como personas con enfermedades hematológicas que requieren, para seguir viviendo, de las susodichas transfusiones. La solución, como en toda buena donación, es recordarnos a nosotros mismos, y si nos apuramos, a aquellos que nos rodean de un simple hecho muy objetivo: hace falta sangre.
El proceso es relativamente simple: al igual que en un análisis, se nos insertará en una vena de un brazo, una aguja a modo de vía. Primero, se sacarán muestras de sangre para enviarlas al laboratorio (y asegurarse así de que es apta nuestra sangre, dado que en el caso opuesto habría un problema de salud pública enorme). Después, a través de esa misma vía, se conectará a una bolsa de sangre, medianamente llena (de fábrica) con una mezcla de anticoagulantes y conservantes, para que dure más.
Permaneceremos sentados en ese asiento, normalmente reclinados, durante unos 20 minutos. En total, nos extraerán 450 ml de fluido, lo que supone entre un 6% y un 8,5% del total que tenemos en nuestro organismo. Legalmente, se puede extraer hasta un 13% del volumen total, pero debido a la estandarización de las bolsas, casi nunca se saca tanta. Tras finalizar el proceso, continuaremos tumbados unos minutos para, después, ‘darnos el alta’. Normalmente, dado que este proceso reduce la tensión sanguínea y el azúcar en sangre, nos proporcionarán un refresco azucarado y algo de comer.
A pesar de los conservantes junto a los que se almacenan los fluidos que nos han extraído, los glóbulos rojos (no lo único, pero lo más útil de nuestra donación) se pueden conservar, como explican desde la Cruz Roja Española, hasta 42 días a una temperatura de 4ºC. Otros componentes, como las plaquetas, solo duran 7 días a 22 ºC, y siempre en agitación. Por su parte, el plasma, el fluido principal de la sangre, se puede almacenar hasta 3 años, ultracongelado a -40 ºC.
Donar sangre es uno de los actos más altruistas que podemos realizar y lo ideal sería que todos y cada uno de nosotros (que podamos) lo hiciésemos de forma regular (con un intervalo mínimo de 2 meses hasta un máximo anual de 4 donaciones en el caso de los hombres y 3 en el de las mujeres). Tampoco hace falta que sea durante nuestras vacaciones, pero después estaría bien.