Nicolás Sandoval Rivera, don Nico, nació en Viesca, Coahuila el 20 de marzo de 1942. Sus padres fueron Juan Sandoval Rodríguez y Petra Rivera, del ejido 5 de mayo, de Viesca. Fue el séptimo de 15 hijos. Cuenta que en su niñez vivió con sus abuelos y tíos paternos, y fue muy feliz con ellos. Esas vivencias a sus 82 años las recuerda con mucha alegría. Desde pequeño aprendió las labores de campo: cuándo sembrar y cosechar. Su familia tenía ganado y por eso aprendió a cabalgar desde los 7 años. También tuvieron que vivir en algunos asentamientos, hoy ya deshabitados alrededor del pueblo, en El Alamito, Paredones y en la Peña.
Don Nico no aprendió a leer ni escribir, tenía que trabajar con su papá. Esa era la prioridad. De sus ventas aprendió la denominación de los billetes y de la naturaleza a sobrevivir. Extraía aguamiel de los magueyes (la considera la bebida de los Dioses) para consumo y/o venta. Considera que por esos alimentos posee todavía buena salud. También sabe obtener ixtle de la lechuguilla para elaborar estropajos, mecates, peines y demás. Conserva con cariño los utensilios que usaba para hacerlos.
De chico aprendió formas de sobrevivencia en la sierra y en el campo, recuerda que se ejercitó en el uso de una pistola calibre 22 para matar a los depredadores que atacaban su ganado. Elaboraba hondillas para cazar ratas de monte con horquetas de mezquites, un pedazo de cámara de bicicleta y otro de baqueta (para detener la piedra y lanzarla), las cocinaban y vendían. También atarantaban venados para cazarlos.
Los caballos formaron parte de su identidad. Lo invitaban a las charreadas en el lienzo de Manuel López, en donde cobraban por el espectáculo. Participaba sin traje de charro y les ganaba a todos a mangonear caballos. Tarea que hacía por necesidad. Los charros de afuera se enojaban y le soltaban caballos sin amansar, pero don Nico no se achicaba ni se dejaba intimidar. Los que no conocían sus habilidades se quedaban con la boca abierta, los de Viesca, le aplaudían. Esos aplausos nunca se le olvidarán. Trabajó con don Pancho López cuidando caballos y yeguas, las seleccionaba y alimentaba. Don Pancho lo apreciaba y lo defendía de las injusticias, recuerda que cuando el repartidor de leche bronca exigía que le pagara una curación, disque porque un perro de don Nico lo había mordido, lo defendió y pagó las multas necesarias.
Solo durante una época trabajó en algo distinto al campo, levantando las vías del ferrocarril que iba de Torreón a Saltillo y que pasaba por Viesca. De joven disfrutó de los manantiales ahora extintos. Recuerda con nostalgia cómo en su adolescencia le tocó ver el agua que fluía del manantial de Juan Guerra, pero también vio cuando todo se secó. Contrajo matrimonio con Guadalupe Orozco, tuvieron tres hijos: Manuel, Alonso y Patricia.
Para criar a su familia solo le quedó aprovechar después de la temporada de lluvia la recolecta de orégano para su venta. También procesa carbón con leña de mezquite. Él mismo selecciona el mezquite, corta los troncos para formar el chavete (horno para hacer carbón); cuando la situación se complica, recolecta candelilla para extraer la cera. Esta última es una actividad muy pesada, pues debe subir a la sierra a recolectar la planta, bajarla en burros y trasladarla a un campo candelillero; luego en una paila hervir la planta y agregarle ácido sulfúrico para separar la cera.
También aprovecha las lluvias para sembrar frijol, maíz, calabazas, tomate y chile en unas tierras que le prestan en Paredones. Tiene caballos, chivas y machos. Le encanta vivir en Viesca, pues toma su bicicleta y se traslada a donde él quiere, o pega el macho en su carreta y se va a sus sembradíos.
Le da gracias a Dios porque todavía puede andar con sus hijos en las sierras y apreciar las ruinas de las casas de piedra, que construyeron. Este conocimiento lo ha explotado como guía, pues sabe al dedillo muy bien el monte y lleva a los turistas a recorrer y disfrutar de los caminos. Caminar lo mantiene con mucha vitalidad y buena salud. Don Nico encuentra en lo natural la conexión de su espíritu con su pueblo, el conocimiento para adaptarse a su entorno y transformar su realidad y poder sobrevivir. Es simplemente un hombre de campo, que ha sabido salir adelante, que aprendió a sacar provecho de su realidad para sostener a su familia, de niño y adulto.