El Domingo de Pascua, también conocido como Domingo de Resurrección, es el día más alegre y central de la fe cristiana. Después del recogimiento del Viernes Santo y la silenciosa espera del Sábado de Gloria, este día irrumpe con una explosión de júbilo para celebrar la victoria de Jesucristo sobre la muerte. Es el fundamento de la esperanza cristiana y la confirmación de todas las promesas de Dios.
La celebración del Domingo de Pascua comienza con la solemne Vigilia Pascual la noche anterior, pero la alegría se extiende a todo el día. Las iglesias se llenan de flores, luces y cantos festivos. La liturgia proclama con fuerza la Buena Nueva de la Resurrección, recordando el relato evangélico del descubrimiento del sepulcro vacío y los encuentros de los discípulos con el Cristo resucitado. El repique de las campanas anuncia al mundo la victoria de la vida sobre la muerte.
Para los cristianos, el Domingo de Pascua es mucho más que una conmemoración histórica; es una experiencia viva de la fe. La Resurrección de Jesús es el pilar fundamental de su creencia, la prueba definitiva de su divinidad y la promesa de la propia resurrección para quienes creen en él. Este evento marca la derrota del pecado y de la muerte, abriendo un nuevo camino hacia la vida eterna y la reconciliación con Dios.
Este día es una invitación a la alegría y a la esperanza. La tristeza del Viernes Santo se transforma en gozo incontenible al contemplar a Cristo vivo. La Resurrección trae consigo la promesa de una nueva creación, donde el sufrimiento y la muerte ya no tienen la última palabra. Es un llamado a vivir con la certeza de que el amor de Dios es más fuerte que cualquier oscuridad y que la vida triunfa sobre la muerte.
El Domingo de Pascua se celebra en todo el mundo con diversas tradiciones, pero el mensaje central es universal: Cristo ha resucitado. Es un día para compartir la alegría con familiares y amigos, para renovar la fe y para vivir con la esperanza que brota del sepulcro vacío. Es el corazón del año litúrgico cristiano, la celebración cumbre de la redención y el inicio de un tiempo de gracia y renovación espiritual. En Saltillo, como en todo el mundo cristiano, este domingo se vive con profunda fe y alegría desbordante.