Han pasado tres meses desde que los combatientes de Hamás atacaron Israel, matando a 1.200 personas y tomando alrededor de 240 rehenes. En respuesta, el ejército israelí desató un nivel de fuerza sin precedentes en Gaza, matando a más de 23.900 personas.
En la ocupada Cisjordania, los colonos israelíes han intensificado los ataques contra las comunidades rurales palestinas, acelerando el desplazamiento árabe a medida que la guerra y los arrestos a gran escala alimentan una nueva generación de militancia palestina en las ciudades.
Israel hoy es una nación abrumada por la conmoción, que busca respuestas y, a menudo, también venganza. Las calles poco a poco van volviendo a la vida, pero no se sienten nada normales. Los jóvenes reservistas deben tomar sus armas mientras se ocupan de sus asuntos. Los rostros de los rehenes israelíes se reproducen en escaparates y edificios gubernamentales junto con tres palabras que ahora son un grito de guerra: “Tráiganlos a casa”.La historia continúa debajo del anuncio.
Los quioscos y las pantallas de televisión muestran una y otra vez las escenas de los crímenes de Hamás. Muestran al ejército israelí en Gaza. Pero rara vez muestran lo que les está sucediendo a los civiles.
Los palestinos allí están frenéticos y cansados. El ritmo de muerte es tan rápido, la posibilidad de hambruna tan cercana, que los residentes dicen que tienen poco tiempo para llorar o procesar sus pérdidas. El miedo (cómo sobrevivir a la noche, cómo encontrar un poco de comida) es una constante más apremiante.
Con más de dos tercios de las viviendas destruidas, gran parte de Gaza prácticamente ha desaparecido.