El serbio, a una victoria de recuperar el número uno, resiste ante el relevo generacional. Se vio en Cincinnati, donde llevó al límite a un Alcaraz que terminó llorando
Que Carlos Alcaraz y sus compañeros de generación van a dominar la próxima década del tenis es un hecho. Y que Novak Djokovic (37 años), ganador de 23 Grand Slams y 39 Masters 1000 va a luchar hasta la última de sus bolas para dejar en lo más alto el legado del Big 3 es igual o más certero. El mejor reflejo fue lo que se vivió este domingo en la final de Cincinnati donde la lucha por el dominio del tenis mundial se ponía de nuevo a examen. Novak Djokovic y Carlos Alcaraz se veían las caras tras la final de Wimbledon. Esta vez la suerte le sonrió al serbio, no sin antes haberse exprimido en uno de los partidos más agotadores de su vida: “No creo haber jugado demasiados partidos como este en mi carrera. Ha sido uno de los más emocionantes y duros mental, emocional y físicamente que he tenido. Ha sido una montaña rusa”, confesaba el de Belgrado. Con una victoria en su vuelta al US Open le valdría para arrebatarle el número uno al murciano, que lloraba desconsolado al termino del encuentro: “No sé por qué lloraba porque luché hasta la última bola”.
La final de Cincinnati dejó varias conclusiones y la más clara fue que Novak Djokovic no se rinde nunca. Tras ganar en Melbourne y París, superó la derrota en Londres y se plantaba en Estados Unidos tras más de dos años de ausencia por las restricciones a los no vacunados de la COVID. En apenas una semana de competición, el serbio demostró que no entiende de sucesiones y mantiene la mística de las grandes leyendas de este deporte.