A tres años de la promulgación de la ley Rixain, Francia se posiciona como un referente mundial en la inclusión de mujeres en los altos mandos corporativos. Esta normativa no solo ha acelerado el camino hacia la igualdad de género, sino que ha demostrado que la diversidad en la dirección empresarial no es solo un imperativo ético, sino también un motor de rentabilidad y sostenibilidad.
El impacto de esta ley es innegable: desde su implementación, la proporción de mujeres en los comités ejecutivos de las principales empresas ha crecido significativamente, alcanzando un 28 por ciento en promedio. Más del 40 por ciento de las empresas sujetas a las cuotas de 2026 ya están encaminadas para cumplirlas. Este avance no solo rompe con el tradicional dominio masculino, sino que crea un «círculo virtuoso» al inspirar a más mujeres a aspirar a puestos de liderazgo y normalizar su presencia en el poder.
Los beneficios no se limitan al ámbito social. Estudios recientes confirman que la diversidad de género en los mandos intermedios y altos está correlacionada con un aumento en la rentabilidad de las empresas. Cuando las mujeres alcanzan una representación cercana al 50 por ciento, los márgenes netos y otros indicadores financieros mejoran. Este fenómeno, sustentado por la literatura científica, refleja cómo una gestión inclusiva fomenta mejores decisiones, mayor innovación y un entorno de trabajo más equilibrado.
La ley Rixain no solo promueve la paridad, sino que establece un precedente sobre cómo las políticas públicas pueden transformar la cultura empresarial. Sin embargo, su éxito depende de que las empresas no limiten el alcance de la inclusión a roles tradicionales o simbólicos, como los de recursos humanos o responsabilidad social, sino que impulsen a las mujeres hacia posiciones estratégicas con proyección para liderar.
El desafío ahora es mantener el impulso. A pesar de los avances, solo cinco de las 40 mayores empresas francesas tienen una mujer en la presidencia o dirección general. Para alcanzar una igualdad real, es necesario que las organizaciones continúen promoviendo políticas inclusivas que permitan a las mujeres ascender en todos los niveles de poder.
La ley Rixain es un recordatorio de que el cambio es posible cuando se combina voluntad política con objetivos claros. Francia lidera un movimiento que debería inspirar a otros países a adoptar medidas similares, no solo por justicia social, sino por el impacto positivo que una dirección diversa puede tener en las empresas y en la sociedad.