En el artículo de la semana pasada escribí sobre mi relación con las personas que inicialmente me impulsaron hacia la aventura de leer, las bibliotecas y libros con los que me fui encontrando en el camino. Cuando cursé la preparatoria en la Venustiano Carranza, que en aquellos años ocupaba el edificio que está enfrente del Bosque Venustiano Carranza, mi compañero Antonio Antolín me invitó a estudiar en su casa. Todas las horas libres las ocupábamos principalmente estudiando las materias más difíciles. Por ejemplo escogíamos un libro de álgebra y hasta que resolvíamos todos los problemas, pasábamos a otro, ya sea de geometría del plano, trigonometría o de geometría analítica, o bien de física o química. Y también de otras materias. En las vacaciones continuábamos estudiando y leyendo. Y estos dos años, en cierta forma, adquirí las habilidades, la disciplina y la práctica para ser autodidacta.
A la par que estudiaba en la biblioteca del Instituto Tecnológico de La Laguna, la carrera de Ingeniero Industrial en Electricidad, porque casi no entraba a clases, por las tardes participaba en el movimiento popular de La Laguna. Y una de las actividades que fomentábamos era la sistematización del movimiento popular y en consecuencia organizábamos seminarios sobre las revoluciones en el mundo y los procesos disruptivos de participación: la mexicana, la francesa, la comuna de París, la rusa, la china, la cubana y la vietnamita. Y también los movimientos estudiantiles y obreros en el 68 en el mundo. Lo que nos obligaba a leer textos relacionados con esos movimientos, no era fácil conseguirlos en la pocas librerías que había en esos años en Torreón.
El doctor Adolfo Orive, nos propuso un seminario sobre estos procesos, sus rupturas y enseñanzas. Uno de esos seminarios duró casi un año. Nos reuníamos los miércoles, desde las 8 de la mañana hasta la tarde. Nos encargaba uno o dos textos que deberíamos llevar aprehendidos, decía él con “h” intermedia. Y teníamos que entregar un resumen del texto con nuestro análisis correspondiente. Adolfo era muy exigente. En esos seminarios conocí a los politólogos e intelectuales franceses. Entre ellos a Nicos Poulantzas, Louis Althusser, Charles Bettelheim, Jacques Ranciére, Marta Harnecker, Gaston Bachelard, Alain Badiou, Étienne Balibar.
También leímos algunos textos de Lenin, Marx, Engels, Mao, Ho Chi Minh, Leon Trotsky, Roger Bartra, Manuel Plana, John Reed. Eso fue en los años setenta. Así se dio mi acercamiento a las librerías Faedo y Renacimiento, en Torreón, Coahuila, en esta última con el profesor Lazalde, un señor muy culto, que también me regalaba libros, pero cuando regresaba por otro libro me examinaba para estar seguro que lo había leído.
En la época de los ochentas del siglo pasado, estudié a distancia la Maestría en Matemática Educativa, a través de un Programa de Formación y Actualización de Profesores de Matemáticas que ofrecía la Sección de Matemática Educativa del Cinvestav, en un convenio de colaboración con la Universidad Autónoma de Coahuila. En esta Maestría, además de estudiar lo correspondiente a las matemáticas, leímos sobre la historia de las matemáticas y las ciencias. También sobre las diferentes teorías del aprendizaje y la enseñanza, de los conductistas a los estructuralistas. De Ivan P. Pavlov a Jean Piaget. Y así se fue dando mi acercamiento cada vez más a las librerías, las bibliotecas y a los libros. En esos años visitaba con cierta regularidad las ciudades de Saltillo, Zacatecas, Durango, Monclova, Monterrey y la Ciudad de México, y por supuesto era visita obligada a las librerías que nos recomendaban. Esta formación en matemática educativa, me impulso a escribir mis primeros libros sobre matemáticas para economistas, para primer y segundo semestre, lo que se conoce como matemáticas en contexto, de George Pólya, que entre otras cosas, trabajó sobre heurística y educación matemática. En esta etapa de estudio y trabajo, en relación a la matemática educativa, los profesores Juan Antonio de León Fong y Rogelio Luna Hernández (ya fallecidos) escribimos el libro “Vectores y Geometría Analítica del Espacio”. Estos libros en cierto sentido me llevaron por el camino de la escritura. En 2002 empecé a escribir en el periódico Palabra, del grupo Reforma, aquí en Saltillo y ahora lo hago, semana a semana, en el periódico VANGUARDIA de Saltillo.
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