La sociedad de hoy está basada en redes de comunicación digitalizada en todos los aspectos de la vida: la política, la economía y las relaciones personales. A finales del siglo 20 no había redes sociales. Al inicio de 2022, sin duda, estamos en plena sociedad red, tal y como lo definió el catedrático de la Universidad de Berkeley, el sociólogo español Manuel Castells, la sociedad red es “la nueva estructura social de la Era de la Información, basada en redes de producción, poder y experiencia”. La etapa que estamos viviendo se caracteriza por grandes transformaciones de las instituciones modernas tradicionales: el trabajo, la familia, la pareja, el género, las iglesias, las democracia, el Estado, la sociedad civil, los partidos políticos, etcétera; todo ello está influyendo en las condiciones de vida de la gente, en la manera de vivir y pensar su futuro. Estos cambios y transformaciones trastocan nuestra vida diaria, la que se agudiza más en estos tiempos de pandemia, que exigen un gran nivel de digitalización.
Por su parte el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, que nació en el seno de una familia de judíos no practicantes, y que emigró con su familia a Rusia cuando los nazis invadieron Polonia, fue una de las grandes personalidades dentro de la sociología y la filosofía del siglo 20 y en un parte del 21. En sus obras de finales de los 80 del siglo pasado ya analizaba las relaciones entre la modernidad, la burocracia, la racionalidad imperante y la exclusión social. Ello lo llevó a acuñar el término de “modernidad líquida”, definiendo así a los tiempos actuales, basándose en los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad, adaptación, entre otros. Para Bauman lo “líquido” es una metáfora de la época moderna, ya que esta sufre continuos e irrecuperables cambios.
En este inicio de la tercera década del siglo 21, Byung-Chul Han, me comentaba Giovani de la Peña, con motivo de mi artículo de la semana anterior, “nos hace ver a quienes nacimos en el siglo pasado que somos seres encerrados entre la tradición y lo digital. Concuerdo con usted en lo de los teléfonos de memoria y en el aprendizaje de recetas sobre la repetición de la realización. Pienso que eran temas que nos acercaban como seres humanos, los olores, sabores, incluso las tazas donde tomamos café se convertían en lugares comunes. Hoy, si quiero hacer una receta de pavo, veo un tutorial y antes era todo un ritual. Por ejemplo los pasteles de cumpleaños. Antes nosotros controlábamos el ritmo de las mañanitas porque decidíamos en que momento apagarlas. Hoy la vela nos controla porque es un chispazo de pirotecnia fría que es efímera. Ni siquiera alcanza para pedir un deseo”.
Y Gustavo González, me expresó que Byung-Chul hace reflexiones interesantes sobre el mundo material que se nos fue ya. Las no cosas o lo digital acosa peligrosamente hasta las capacidades más simples del razonamiento. Y se pregunta: “¿Creen ustedes que la generación de idiotas de la que habla Einstein ya esté en ciernes?”. Y el doctor Nagamani de la Facultad de Ciencias Biológicas, me comentó: “Tristemente estamos perdiendo varias habilidades por el mundo digital, sin darnos cuenta. No quiero decir que el mundo digital este del todo mal. Como cualquier tecnología tiene sus beneficios”.
Y a Fernando Gallardo, le pareció un excelente tema, y agregó: “Y sí, ya estamos en el mundo de la no cosa, por eso se vuelve tan valioso la conexión con la naturaleza y disfrutar de lo tangible como son esos cerros y caminos de Tomas Garrido, en la Laguna, o un cafecito en la tranquilidad de la casa en Viesca o en los jardines del desierto que nos muestran que ese mundo tangible sigue estando ahí a la espera de nuestro disfrute”.
Y remató con el siguiente comentario: “Hemos dejado de confiar en nuestra memoria porque para qué recordar conocimientos si está internet, ya que se ha vuelto un cerebro auxiliar que piensa por nosotros. Hasta el GPS, nos damos cuenta que lo ocupamos para todo, aunque a veces vayamos a lugares ya conocidos”. De todo ello estamos siendo testigos, y hay que hacer conciencia de que la sociedad de mitad del siglo 20 va dejando de existir, pero seguimos aferrados a la nostalgia del pasado, y expresamos, “pero esto nunca había pasado”, sin embargo, ya pasó y ahora las cosas han cambiado al mundo de las no cosas, al mundo de lo digital.
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