Más de 740 mil coahuilenses le extendieron al PRI un cheque en blanco para gobernar hasta 2029 y completar un siglo en el poder. Ochocientos veintidós kilómetros al sur, los mexiquenses votaron por la alternancia para sacudirse al dinosaurio y al Grupo Atlacomulco. De este enclave han surgido la mayoría de sus gobernadores, incluidos los tres últimos (Arturo Montiel, Enrique Peña Nieto y Alfredo del Mazo). Perder la joya de la corona reduce al PRI a cenizas, pues solo gobernará Coahuila y Durango. Con la bandera de Morena en 23 entidades, la 4T asegura un segundo periodo en la presidencia. El PAN gobierna cinco estados; y Movimiento Ciudadano, Nuevo León y Jalisco, tercero y cuarto con el mayor Producto Interno Bruto del país después de Ciudad de México y Edomex.
La votación por Manolo Jiménez supera en más de un cuarto de millón a la captada por Miguel Riquelme en 2017 debido a varios factores: el diseño y manejo de la sucesión, la recuperación del PRI en las urnas, las calificaciones del gobernador y en menor medida a la alianza con el PAN. El exalcalde capitalino recibió el 56.9% de los sufragios emitidos, equivalente al 31% de la lista nominal, compuesta por 2.3 millones de ciudadanos, lo cual supone un déficit de legitimidad. Para revertirlo es preciso abrir el Gobierno a otras corrientes y evitar ser rehén de los grupos políticos y de los poderes fácticos. La sociedad con el PAN resultó infructuosa. La votación azul se desplomó 80% con respecto a 2017, cuando Guillermo Anaya estuvo a punto de hacerse con la gubernatura. El panismo castigó la rendición humillante de la cúpula.
El gobernador Riquelme ganó la partida al presidente Andrés Manuel López Obrador, pese a la disparidad de fuerzas. El voto anti-4T, promovido desde distintos frentes, contribuyó al triunfo del PRI. AMLO maniobró de último momento para disciplinar al PT y al Partido Verde y alinearlos a Armando Guadiana. El movimiento, además de extemporáneo y sospechoso, resultó infructuoso. No aportó votos, pues las intenciones eran por Ricardo Mejía y Evaristo Lenin Pérez, no por una siglas mercenarias.
La alianza entre Morena, el PT y el Verde no habría alterado el resultado incluso si el exsubsecretario de Seguridad y el exalcalde de Acuña hubieran declinado por el senador con licencia. Pues, aun en ese caso, Jiménez habría ganado por 20 puntos o más. Guadiana, quien apenas captó el 21.4% de los votos, lastró a Morena. Mejía, en cambio, disparó la votación del PT a dos dígitos (13.3%). Pérez se mantuvo en el 5.8%. El error del partido guinda consistió en postular a un hombre agotado, sin carisma ni oferta política. La mejor opción de la 4T era, por mucho, Javier Guerrero, director de operación y evaluación del IMSS. Mejía creció en la campaña, pero su desarraigo (una de las principales armas utilizadas por sus detractores) le pasó factura. La separación de Luis Fernando Salazar (segundo lugar en las encuestas de Morena para decidir la candidatura) del equipo de Guadiana también afectó las votaciones.
El PRI no compensa con Coahuila la pérdida de su baluarte histórico: Estado de México representó siempre su principal proveedor de votos, recursos y soporte en las cámaras de Diputados y de Senadores. En Coahuila, el dinosaurio celebra a bombo y platillo su victoria. No es para menos, pues en las elecciones había demasiados intereses políticos y económicos en juego. El statu quo volvió a ganar. Sin embargo, a escala nacional el impacto es menor. Coahuila tiene 2.3 millones de electores y Edomex 12.6 millones. Coahuila ejercerá este año un presupuesto por 64 mil millones de pesos. El de Estado de México rebasa los 356 mil millones. Coahuila solo supera a Edomex en deuda per cápita: 11 mil 654.6 pesos contra 3 mil 626.