El 1 de diciembre de 2006 diputados y senadores del PRD, el Partido del Trabajo y Convergencia (después Movimiento Ciudadano) tomaron la tribuna del Congreso para impedir que Felipe Calderón asumiera el poder tras las elecciones fraudulentas que ganó por un margen de 0.58 por ciento. El líder de la Cámara baja, Jorge Zermeño, se las apañó para que Calderón ingresara al recinto por un pasadizo, rindiera protesta, sin dar un mensaje, y desapareciera ipso facto. El 6 de enero de 2021, en Estados Unidos, una turba azuzada por Donald Trump irrumpió en el Capitolio para evitar la certificación del triunfo de Joe Biden como presidente.
El 6 de enero pasado, el Congreso estadounidense certificó la victoria de Donald Trump para un segundo periodo. Esta vez no hubo disparos ni muertos, pero sí un estricto dispositivo de seguridad. Tampoco se intentó un golpe de Estado. Pero Biden no olvida que la otrora democracia más sólida del mundo estuvo al borde del colapso. «Se ha puesto en marcha un esfuerzo implacable para reescribir —incluso borrar— la historia de aquel día». «Para decirnos que no vimos lo que vimos con nuestros propios ojos. Para descartar las preocupaciones al respecto como una especie de obsesión partidista. Para explicarlo como una protesta que simplemente se fue de las manos. Esto no es lo que ocurrió» (El País, 06.01.25), dijo la víspera de la certificación de Trump, cuya investidura ocurrió este lunes.
Biden formuló un llamamiento contra el lavado de cerebro y la amnesia colectiva: «Debemos comprometernos a recordar el 6 de enero de 2021 todos los años. Recordarlo como un día en el que nuestra democracia fue puesta a prueba y prevaleció. Recordar que la democracia, incluso en Estados Unidos, nunca está garantizada». El mismo día de la certificación presidencial de Trump, Biden publicó en The Washington Post un artículo, citado por el diario español. Advierte que tras lo sucedido cuatro años atrás, el procedimiento no puede volver a darse por sentado. «Insurrectos violentos atacaron el Capitolio, amenazaron la vida de funcionarios electos y agredieron a valientes agentes del orden».
Sobre la diferencia entre las certificaciones de 2021 y la reciente, Biden pide estar orgullosos de que la democracia de Estados Unidos «resistiera este asalto. Y debemos alegrarnos de no volver a presenciar el ataque tan vergonzoso este año. Pero no debemos olvidar. Debemos recordar la sabiduría del adagio que dice que cualquier nación que olvida su pasado está condenada a repetirlo». Trump, en cambio, observa en el asalto al Capitolio mucho «amor», aunque haya cobrado la vida de cinco personas y causara heridas a otras 70. Los insurrectos —para él— son «patriotas» y los sentenciados a prisión, algunos hasta por 22 años, «rehenes» o «presos políticos» (Europa Press, 06.01.25). Con ese ánimo planea indultarlos, una vez instalado de nuevo en la Oficina Oval.
Antes de la certificación del Congreso, un tribunal federal de apelaciones confirmó la sentencia de un gran jurado contra Trump para obligarlo a pagar dos millones de dólares por abusar sexualmente de la escritora E. Jean Carroll, en 1996, en una tienda de Manhattan; y tres millones extras por difamar a la excolumnista de la revista «Elle». Estados Unidos y el mundo lidiarán con ese presidente los cuatro próximos años, contados a partir de ayer. Trump inicia su mandato con una aprobación del 54% y un rechazo del 40% (Harvard CAPS/Harris, 18.11.24).