Ser clase media es hoy tener agenda de ministro, o sea, vivir con el ocio planificado
Esta columna reflexiona sobre la naturaleza de las colas a lo largo de la historia y su significado simbólico en la vida moderna. A través de la historia de Pushkin, un personaje ficticio que vive en la Rusia revolucionaria y luego en Estados Unidos, se ilustra cómo las colas —antes símbolo de necesidad— se transforman en marcas de éxito o de una existencia marcada por la espera y la planificación. La autora plantea que, actualmente, todo requiere reservar o esperar, incluso en ámbitos virtuales, y que esta constante anticipación refleja las tensiones de nuestra era: el deseo de control, la necesidad de certidumbre y el costo emocional de una vida cada vez más planificada.
Además, la columna sugiere que en medio de la rutina frenética, algunos están optando por la contemplación tranquila, como Pushkin al inicio de su historia, en un acto de resistencia o antídoto contra la vorágine. La idea de vender entradas para simplemente contemplar el crecimiento de las plantas cierra el círculo, proponiendo que quizás lo más valioso en el siglo XXI sea precisamente esa pausa, esa espera sin meta.
En definitiva, la columna invita a reflexionar sobre el sentido de las esperas en nuestras vidas, la percepción del tiempo y la importancia de la sencillez y el ocio genuino en una sociedad cada vez más acelerada y dirigida por agendas imposibles de cumplir.