La dura pelea por las candidaturas en los Estados se cruza en la carrera presidencial de Sheinbaum y desafía la autoridad que le heredó López Obrador
Claudia Sheinbaum, próxima abanderada presidencial de Morena, se está encontrando ya con las primeras pruebas que definirán su liderazgo en el partido que le ha heredado Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y patriarca del movimiento izquierdista. Sheinbaum, una científica con doctorado que gobernó Ciudad de México, ha enfrentado en las últimas semanas múltiples presiones y revueltas internas por el reparto de las candidaturas en los Estados. El criterio de paridad de género, que obliga a los partidos a postular más mujeres que hombres en las nueve gubernaturas con elección en 2024, ha introducido una tensión adicional y ha provocado amagos de ruptura interna en los Estados. Sheinbaum se ha visto obligada a salir esta semana a aclarar que no tiene favoritos, y ha pedido a los aspirantes respetar los resultados de las encuestas y las decisiones que tome el partido a la hora de asignar las candidaturas. Morena ha informado de que el 10 de noviembre se sabrá quiénes llegarán a la boleta. La pugna ha sido fuerte y representa un desafío a la autoridad de Sheinbaum.
La primera gran prueba que tuvo que atravesar la exmandataria capitalina fue hacerse con la candidatura presidencial por encima de su rival principal, el excanciller Marcelo Ebrard. La elección interna fue controvertida, en medio de las acusaciones del segundo lugar de que hubo múltiples irregularidades que viciaron todo el proceso. Para sellar las fisuras y garantizar la unidad en torno a la ganadora, en un acto cargado de simbolismo, López Obrador entregó a Sheinbaum el “bastón de mando” del partido y de su movimiento político. El siguiente reto de la abanderada morenista es dar contenido a ese liderazgo que recibió por herencia. La tarea no ha sido fácil, con López Obrador aún proyectando sobre ella la alargada sombra de su poder carismático. Y también por la misoginia histórica de la que la izquierda no ha podido desprenderse. “En primer lugar, Claudia es mujer, y aunque haya mucha más igualdad en varios ámbitos, siempre, el que sea mujer, se presta más a que se le regatee cierta autoridad”, señala la lingüista y analista política Violeta Vázquez-Rojas. “Todas las cosas que creemos que se han superado, siguen muy arraigadas en el imaginario colectivo y por supuesto que le van a pasar factura a ella”, sostiene.