El último lustro ha representado, con aristas incluidas, un torrente en la percepción social del movimiento. Nunca antes se había extendido tanto a tantos niveles, desde el geográfico al cultural, pasando por el político, el generacional, el judicial o el mediático
Cinco letras, cinco años y el mayor empuje de la historia del feminismo. El 15 de octubre de 2017, Alyssa Milano publicó un tuit a las 22.21: “Si has sido acosada o agredida sexualmente, escribe Me Too [yo también] como respuesta a este tuit”. No fue Milano, sino la activista social Tarana Burke quien acuñó ese lema en 2006, pero aquel octubre confluyeron las circunstancias para que la etiqueta se hiciese viral. También en todo el mundo. Fue el comienzo de un torrente feminista que en el último lustro ha provocado un cambio en la percepción social. También en el mundo. Nunca se había extendido tan rápido, de forma tan heterogénea y transversal, ni a tantos niveles, del geográfico al cultural, pasando por el político, el judicial o el mediático. De esa propagación hablan también las reacciones en contra, desde el ascenso de la ultraderecha en distintos puntos del planeta hasta la caída de la protección federal del derecho al aborto en Estados Unidos. Hay aún innumerables desigualdades, pero aquel “yo también” abrió un agujero universal en el silencio. Empezó por el acoso, los abusos y las agresiones sexuales, pero la red dio la posibilidad para que mujeres de todas las latitudes empezaran a usarla de manera masiva para conocer y compartir lo que las une: la desigualdad y la violencia.
Ambas, la desigualdad y la violencia, históricas, confluyeron aquel día en esas dos palabras, pero la reflexión sobre ellas existía desde hacía siglos; los cambios más profundos venían fraguándose desde hacía décadas, lentamente; y la necesidad de que se produjeran se volvió urgente en los últimos años. “No hay duda de que estamos en medio de una nueva ola, si no la más importante, del movimiento feminista”, afirma Chiara Bottici, directora de Estudios de Género y profesora asociada de filosofía en The New School de Nueva York.
La más extendida, sí: “Pero no porque haya llegado a diferentes partes del planeta, sino porque existe la clara conciencia de ser parte de un movimiento global”. En “el fomento de esa conciencia”, destaca Bottici, internet ha jugado un papel central, y el Me Too ha sido “fundamental para desencadenar efectos de bola de nieve, mostrando el potencial del activismo en las redes sociales y el alcance verdaderamente global del movimiento feminista”.