Con la renuncia de Creel el voto panista se concentrará en Xóchitl, lo cual reduce el margen de riesgo frente a Beatriz Paredes, pero aún no lo elimina
Cuando todo parecía enfilado a la coronación de Xóchitl Gálvez como abanderada de la oposición y renovada esperanza de sacar al obradorismo de Palacio Nacional, les surgió una amenaza del flanco más inesperado. Los analistas hicieron números, valoraron estrategias electorales, examinaron perfiles y llegaron a una alarmante conclusión. La candidata del PRI, Beatriz Paredes, podía arrebatarle el triunfo a la nueva estrella de la oposición. Tal conclusión abría la posibilidad de una verdadera catástrofe; daría al traste con la ambiciosa campaña que habría de ponerse en marcha durante los siguientes nueve meses, a partir del perfil desenfadado y originalmente humilde de Xóchitl, para generar una candidatura victoriosa. Un triunfo de Beatriz Paredes, en cambio, sepultaría esas esperanzas en definitiva: por más que ella no cargue con el descrédito de la mayoría de sus correligionarios, pertenece al PRI e inevitablemente evoca la deteriorada imagen, por no hablar de que su larga trayectoria remite al pasado, no al futuro. En suma, una derrota segura en la elección presidencial del próximo año.
¿Cómo era posible que en sus horas más bajas, tanto en términos de reputación como de peso en la intención de voto, el PRI estuviera en condiciones de ganar al PAN? Después de todo el PAN es con mucho la fuerza política más importante del Frente Amplio, que agrupa a los partidos empeñados en generar una candidatura única en contra de Morena (PAN, PRI y PRD). Se suponía que Xóchitl era una candidata más popular que cualquiera de los contrincantes en la oposición y se entendía que el PAN llevaría mano en la candidatura a la presidencia (el PRI había gozado de ese privilegio en la elección del Estado de México). ¿Qué sucedió? ¿Chamaqueó el PRI al PAN en la definición de las reglas de competencia? ¿Sobre estimaron la fuerza de Xóchitl y descuidaron el mecanismo de selección?
En los próximos días habrá todo tipo de presiones sobre Alito Moreno, el dirigente del PRI, para que honre supuestos acuerdos no escritos y ceda la candidatura al PAN. Se tratará de convencer a Beatriz Paredes de que la única opción para vencer al candidato de López Obrador reside en Xóchitl, y pedirán un sacrificio en aras de la “candidatura útil”. Dudo que ambos cedan. No está en el ADN priista renunciar a una posible ganancia así sea momentánea.
Lo que veremos estos días es a una Beatriz Paredes ejerciendo sus conocidas dotes oratorias y a una Xóchitl Gálvez tratando de minimizar el riesgo de algún desliz costoso. Sus menciones sobre la prohibición de micheladas para disminuir la inseguridad o cuestionar la jornada de 8 horas entre la población indígena del sureste, no ayudaron, ciertamente. Y no nos extrañe que en círculos oficialistas arrecien las descalificaciones en contra de Xóchitl, para influir en los muchos simpatizantes obradoristas que, inevitablemente, serán consultados en la encuesta.
Si la lógica se impone, Xóchitl Gálvez será candidata de la oposición dentro de 10 días. Pero en política nada está garantizado, sobre todo cuando se involucran errores de cálculo y de estrategia. Y mucho menos cuando interviene el PRI, ese espectro que tantas veces se ha dado por muerto y se las arregla para hacerse presente. @jorgezepedap