Las oposiciones y los grupos de presión apostaron todo al desgaste de Andrés Manuel López Obrador para retomar el control del país, pero el envite no funcionó. Los adversarios de la 4T tuvieron cinco años para generar nuevos liderazgos, elaborar una agenda atractiva para la mayoría y ganar base social. Sin embargo los desperdiciaron, pues optaron por el victimismo, la guerra mediática y la autocomplacencia. A 14 meses de las elecciones presidenciales, AMLO conserva altos niveles de popularidad y su partido encabeza las intenciones de voto. Morena gobierna casi el 70% de los estados y en junio próximo buscará sumar Coahuila y Estado de México, únicos en poder del PRI desde su fundación en 1929.
La andanada contra el primer presidente de izquierda después de Lázaro Cárdenas ha sido incesante, pero tampoco ha dado tregua a sus enemigos. AMLO alborotó el avispero desde su toma de posesión, el 1 de diciembre de 2018, al anunciar el fin del viejo régimen basado en la corrupción y los privilegios. Las alternancias entre el PRI y el PAN supusieron la continuación de las políticas neoliberales, implantadas por Carlos Salinas de Gortari, en los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. En ese periodo, la corrupción, la violencia y la desigualdad social se profundizaron. Los grandes proyectos de esos tres Gobiernos (el aeropuerto de Texcoco, la refinería de Tula y el Tren México-Querétaro) no pasaron del discurso.
AMLO prometió realizar obras en los mismos sectores sin endeudar al país. Dos ya entraron en operación: el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIF) y la refinería de Dos Bocas. El Tren Maya se inaugurará a finales de año. El AIF sustituyó al faraónico Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), cancelado por sospechas de corrupción. En los tres casos, grupos antagónicos a la 4T promovieron amparos a efectos de impedir su desarrollo. Para la oligarquía y los poderes fácticos que anticiparon la ruina nacional por el ascenso de AMLO al poder, cada logro del presidente equivale a un agravio y a una derrota.
El periodista Salvador Camarena lo pondera así en su columna «AMLO gana (otra vez) a los catastrofistas»: «Vez tras vez Andrés Manuel López Obrador ha derrotado a los agoreros del desastre. Quizá porque estos prefieren explotar el tremendismo de las grandes declaraciones antes que buscar argumentos más persuasivos. La marcha de la economía mexicana es el último ejemplo de ello» (“La feria”, El Financiero, 02.02.23). El análisis se desprende del plan Punto de Partida. Una nueva visión de país, del Colectivo por México (“Mexicolectivo”), lanzado por opositores al Gobierno de AMLO a bombo y platillo el 30 de enero. El documento propone recomponer el Estado actual, «omiso, autoritario y militarista».
Camarena centra su atención en el párrafo inicial del capítulo Prosperidad. «Metieron tantas cosas, tan contundentes y con tan poco contexto, que no tardó la realidad en poner entredicho, para empezar, la tremenda línea con que arranca (…): La economía mexicana se derrumbó. Su caída se ahonda cada año…”. La economía mexicana, nos dijo 24 horas después el Inegi, creció 3%, una cifra presumible por el Gobierno luego de un año de guerra en Europa. Estamos hablando de narrativas. ¿Quién será más contundente frente a la ciudadanía, AMLO con un Producto Interno Bruto anual del 3% en el bolsillo, o las personas que el lunes sentenciaron un derrumbe económico? (…) Hablando del poder de las percepciones. En Tijuana la semana pasada el dólar era vendido en casas cambiarias en 18.60 pesos».