Todos sabemos que los pescados forman parte de una dieta saludable que cuida de nuestro corazón. Pero, ¿qué hay de las carnes? ¿Forman también parte de una alimentación equilibrada, o debemos reducir su consumo? La respuesta de los expertos es que también debemos incluirlas en nuestra dieta, especialmente si hablamos de carnes blancas.
Una de las características nutritivas de las carnes blancas es que tienen un bajo aporte graso. “Podríamos estar hablando de menos de un 10% de grasa por cada 100 gramos de carne. También tienen proteínas de alto valor biológico, son de fácil digestión y aportan lípidos insaturados, además de vitamina B12 y minerales como el hierro, el zinc o el cobre”.
Hasta aquí, sus características. Pero, ¿cómo distinguirlas? La principal “pista” es su color. Las carnes blancas, a diferencia de las rojas, tienen un color más rosado. Se consideran carnes blancas las que proceden de las aves, como el pollo y el pavo, o la carne de conejo”.
Sin embargo, no basta con saber que la carne que compramos es de ave o de conejo para garantizar que se trata de un producto saludable. Además, debemos fijarnos en algunos puntos imprescindibles para saber que estamos comprando un producto aliado de nuestro corazón. En todas aquellas carnes que vayamos a comprar con etiquetado, lo principal, al igual que con cualquier otro alimento, es verificar la información que contiene la etiqueta, la fecha de envasado, los datos de la empresa avícola y el sello de inspección sanitaria, lo ideal es priorizar aquellas carnes de aves que procedan de la cría tradicional o sostenible, que son las criadas en libertad.