El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (PSOE), mantuvo sobre ascuas a su país por el amago de renunciar al cargo a causa de la guerra sucia del sindicato Manos Limpias, identificado con la ultraderecha, contra su esposa Begoña Gómez, a quien acusa de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. El episodio duró cinco días. Sánchez informó el 24 de abril, en la red social X, que pondría en pausa su agenda mientras meditaba sobre su futuro. Para mayor efectismo, el socialista recurrió a los sentimientos: «Muchas veces se nos olvida que tras los políticos hay personas. Y yo, no me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer».
Tres días más tarde, como era de esperar, el PSOE movilizó a sus huestes en apoyo a Sánchez tras lo cual el presidente del Gobierno anunció en rueda de prensa el 27 de abril su decisión de permanecer en el Palacio de la Moncloa. Begoña Gómez estudió mercadotecnia e hizo una maestría en administración de empresas. Después se dedicó a la captación de fondos para ONG. En 1999, nueve años antes de convertirse en la esposa del futuro político español, colaboró como asesora de Amnistía Internacional, Oxfam (confederación formada por 19 organizaciones no gubernamentales cuyo lema es «trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento») y otras instituciones.
La denuncia de Manos Limpias (por cierto, lema de la campaña presidencial de Felipe Calderón en 2006) contra Gómez podría estar basada en informaciones falsas difundidas en medios digitales, de acuerdo con una nota de Jason Horowitz y Rachel Chaundler (The New York Times, 29.04.24). «De estar siempre en un discreto segundo plano desde que su marido ganó la presidencia en 2018, Begoña Gómez pasó a ser una pieza central en la política de España», dice BBC News Mundo (25.04.24). El tráfico de influencias consiste en el uso de conexiones para obtener ventajas ilícitas en los ámbitos político y empresarial. La esposa de Sánchez es acusada de intervenir en favor del grupo turístico español Globalia durante la pandemia de coronavirus.
Cuando en México el escándalo de la casa blanca pilló a la pareja presidencial con los dedos en la puerta, Enrique Peña Nieto, en vez de dar la cara por su esposa, la actriz Angélica Rivera, se escondió. La residencia de 7 millones de dólares se compró a Grupo Higa, contratista de Peña desde que era gobernador de Estado de México. Contra Rivera no hubo denuncia. Tampoco contra el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray, por la finca adquirida al mismo grupo en Malinalco. Los casos los investigó un subordinado del presidente, cuya conclusión fue que no había delito.
Sánchez sacó provecho político de la campaña contra su esposa, pues el PSOE cerró filas con su líder. El caso le dio oxígeno y dejó mal parada a la derecha. El escándalo de la casa de Lomas de Chapultepec significó para Peña el fin anticipado de su Gobierno. Es la diferencia entre un político criado entre algodones y otro en la batalla. En Manual de resistencia (2019), Sánchez narra su vida y su trayectoria en la arena política. Peña no tiene ninguna obra publicada, pero sí hay infinidad de libros dedicados a él. Entre otros: Peña Nieto: el gran montaje, de Genaro Villamil, acerca de la invención del expresidente por los medios de comunicación. El cachorro de Atlacomulco acaba de sacar la cabeza desde España con una serie de entrevistas concedidas al periodista Mario Maldonado. El resultado es el libro Confesiones desde el exilio: EPN. Los secretos y escándalos del último Gobierno del PRI. Lo único que el libro «revela» es la hibris del desterrado.