Una vida ejemplar
Ponerse del lado de las víctimas indispone con los victimarios. Defender principios y valores, aun costa de la seguridad y la tranquilidad personales, genera conflictos. Decir la verdad encona a los políticos, y practicar la ética de la virtud, sublima. Alejandro «Cano» Gurza deja una huella profunda por su integridad y sentido del deber inquebrantable. Abrazó y promovió la democracia y la libertad desde una posición de derecha, consciente de que sin ellas México jamás saldría de la espiral autoritaria. En ese afán viajó por el país y el extranjero —en Washington instaló una oficina— a costa de su patrimonio y la estabilidad de su empresa. No como quienes hoy, envueltos en retóricas, buscan echar hacia atrás las manecillas de la historia para restaurar el régimen de privilegios que la mayoría de los mexicanos repudió en las elecciones de 2018 y 2024.
Alejandro incomodó al poder y por ello fue objeto de acoso y quizá también de atentados nunca esclarecidos. Sus teléfonos eran intervenidos y allanadas sus habitaciones de hotel. Políticos de todos los grados buscaban atraerlo para neutralizarlo. No lo consiguieron, pues al cabo mostraban sus intenciones verdaderas y Alejandro volvía a vestirse de guerrero. Su amistad con el expresidente Carlos Salinas de Gortari terminó tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, a quien lo unía una profunda vocación humanista, que Salinas, por formación y origen, no tenía. Alejandro veía en Colosio una luz de esperanza para el México que anhelaban: libre, fraterno y justo.
Las veces que saludé a Luis Donaldo Colosio, a quien conocí por el gobernador Eliseo Mendoza Berrueto, me preguntaba siempre por Alejandro Gurza y por Armando Castilla. Alejandro sintió su muerte como la de un hermano. Él y su esposa Lety acompañaron a Diana Laura Riojas, en Magdalena de Kino, en el sepelio de su esposo. «Las balas del odio, del rencor y de la cobardía interrumpieron su vida (…), pero no las ideas por las que luchó Luis Donaldo», dijo la viuda. Tiempo después, Alejandro escuchó de Diana Laura confidencias (la carta de Salinas que se negó a firmar) y reflexiones que reforzaron la hipótesis del crimen en Lomas Taurinas, las cuales marcaron su ruptura con el expresidente.
La Laguna ha perdido a uno de sus líderes más ilustres y preclaros. Cada día son más escasos, por desgracia, debido al deseo insano de agradar al poder, la propensión de hacer la vista gorda frente a sus abusos (impunes) y la mezquindad de quienes anteponen sus intereses por encima de todo y de todos. Con Alejandro se podía estar de acuerdo o discrepar. Hombre
intachable y de convicciones firmes, siempre salió victorioso de sus luchas con los pusilánimes que pretendieron doblegarlo e incluso destruirlo. Su fe le permitió navegar sin vacilar en medio las tormentas, y para muchos, que estaban con el agua a la boca, fue tabla de salvación.
La decisión retirarse en silencio engrandece aún más a Alejandro. Antes de hacerlo, y todavía con arrestos y la fortaleza de un roble, cambió su manera de ver el país. Fue una epifanía. Sin justicia social, México jamás podrá romper las cadenas que le impiden ser auténticamente libre y democrático. La muerte de Alejandro no puede pasar inadvertida. A este hombre que encarnó el carácter de una región en otro tiempo ejemplar por su unidad, autonomía y desarrollo, La Laguna le debe un homenaje. No porque lo necesite o lo haya podido, sino por justicia.