Santos y ovejas negras
Un papado duradero no depende de la edad de quien lo ejerce, sino de las circunstancias. Juan XII, el pontífice más joven (18 años), murió a los 27, casi el mismo tiempo que estuvo al frente del Vaticano Juan Pablo II. Juan XXIII fue elegido a los 77 años y ostentó el cargo casi por cinco años. Juan Pablo I era 10 años menor y duró apenas un mes. La Iglesia tuvo, todavía hasta el siglo XVI, papas que la socavaron. CNN enlistó a ocho de los peores: Alejandro VI (Rodrigo Borgia), Esteban VI, Bonifacio VIII, Urbano VI, León X (Giovanni de Medici), el ya citado Juan XII, Benedicto IX (ostentó la cátedra en tres ocasiones) y Sergio III.
Sin embargo, por cada oveja negra con mitra hay más de 10 papas santos. Pedro fue el primero en ser canonizado; y los tres últimos, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. Francisco, recién fallecido, también será, sin duda, elevado a los altares. Hoy la atención está centrada en su sucesor, León XIV, estadounidense-peruano, de 69 años. Pudo haber sido de cualquier otro país católico, no necesariamente del que cuenta con más fieles, en este caso Brasil, pues los últimos nacieron en Polonia, Alemania y Argentina. Pero no podía ser cualquiera. Llenar los zapatos de Jorge Bergoglio, revestidos de humildad y lustrados con sonrisas, no es tarea sencilla. Empero, el agustino Robert Francis Prevost, formado en la misma línea de Francisco, reúne todas cualidades para seguir los pasos del fundador de la Iglesia católica.
Después del breve papado de Albino Luciani se pensaba que siguiente vicario de Cristo podría ser de Italia. La nacionalidad es secundaria. Lo importante es el resultado del proceso, que reforzará la preferencia de la Iglesia por los pobres. El mundo actual, cada vez más convulso, tiende hacia lo espiritual. Pues, de otra manera, no será, advirtió el filósofo francés Andre Malraux, autor de La condición humana. La paz y la felicidad no la brinda ningún sucedáneo; tampoco hay atajos. El vacío existencial no lo colman la fama, los placeres vanos, las posesiones ni las riquezas; sino el amor, la alegría, la bondad y la humildad. Francisco fue enfático al respecto y, por tender la manos a todos, se granjeó enemigos poderosos y problemas incluso dentro de la propia Iglesia.
En la última entrevista al diario en línea argentino Infobae, el periodista Daniel Hadad quiso saber si afrontó resistencia de la Iglesia o de los obispos de Roma por los cambios que impulsó. «La resistencia es… como decía (Sandro) Pertini (…), una actitud de autodefensa, siempre, ante cualquier novedad, ante cualquier cosa. Yo sospecharía de decisiones en las cuales no hay ninguna resistencia. Ahí sospecharía. Puede darse alguna que otra evidente, pero si no
hay resistencia está demasiado envaslinada la cosa, no va. La resistencia es normal. Yo sospecharía de un Congreso, por ejemplo, donde no se pelean entre ellos. Que no hubiera diversas opiniones. Que se resistieran a cosas del Ejecutivo y le votaran en contra. Un Congreso pasivo no es Congreso, es una escuela primaria, o menos todavía».
Sobre el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger y el que lo nombró a él, dice que la dinámica fue la misma. «Esta tuvo una votación más. En la del 2005 fue en la primera votación de la tarde. En ésta fue en la segunda de la tarde. En la primera ya se vio la tendencia». El cardenal Cláudio Hummes, sentado detrás, recuerda, se le acercó en la primera votación y le dijo: «No tengas miedo, así obra el Espíritu Santo. (…) Y cuando en la segunda votación salí elegido —llegué a los dos tercios de los votos y seguía el escrutinio, ahí aplauden todos mientras seguía el escrutinio—, él se levantó, me abrazó y me dijo: “No te olvides de los pobres”. (…) Entonces, cuándo el cardenal (Giovanni Battista) me preguntó: “¿Qué nombre quiere ponerse?”, le dije “Francisco”, punto».