El impacto de las elecciones presidenciales en Estados Unidos en la sucesión mexicana es notable. El PRI enfrenta desafíos significativos tras la derrota electoral. Este artículo analiza su futuro en la política mexicana y su papel en la defensa de la democracia.
Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos impactan con fuerza en la sucesión mexicana. El paso arrollador, de Donald Trump, les da un tono especial a las expectativas del gobierno de Claudia Sheinbaum. El expresidente norteamericano, y candidato puntero,se burló abiertamente del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, del que reveló que obtuvo todo lo que quiso, a cambio de nada. Entre otras cosas, 27 mil guardias nacionales tratando de impedir la invasión de migrantes al vecino país, gratis.
En ese discurso de campaña, del republicano, Marcelo Ebrard, fue retratado como un sujeto inútil para negociar con él. Así, explicó, que en cinco minutos obtuvo la respuesta que deseaba, de parte del presidente mexicano, en voz del excanciller.
En contraste, en México, los porristas de Marcelo lo ponen como un gran negociador que logró detener al rijoso expresidente norteamericano. La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, salió en su defensa y Ebrard se envalentonó diciendo que, las opiniones de Trump acerca de él son cosas que se dicen en campaña. Aunque, en la realidad, dejan ver las posiciones de debilidad en las que, nuestro país, podría llegar a las renegociaciones del TMEC, ante Trump.
La renuncia de George Biden a la candidatura demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, al parecer, le abre el camino al expresidente, Donald Trump hacia la Casa Blanca.La postulación del Partido Demócrata, de la actual vicepresidenta, Kamala Harris, aún no parece muy competitiva. Barak Obama, el expresidente, señaló que se necesitan acciones más espectaculares para detener al paso poderoso del candidato republicano.
El PRI Nacional se prepara para subsistir y para apuntalar la gran batalla por la democracia
Luego de la derrota de junio pasado, el Partido Revolucionario Institucional se encogió y se encamina a convertirse en un instituto político de los chicos, de los bisagra, que entran a la coaliciones electorales, en busca de subsistencia y algunas posiciones. La historia del paso de Alejandro Moreno, por este partido, se resumirá en derrotas y traiciones.
En su paso por décadas de poder, se cometieron demasiados pecados priistas, cuando ocuparon las gobernaturas y los principales cargos federales y locales. Entonces, ya seconvirtieron varios tricolores relevantes, en presas fáciles para las ofertas de impunidad y traiciones. El derrumbe fue estrepitoso. AMLO y su destreza política los aplastaron y los dejan en ruinas. Tal vez listos para convertirse en aliados de Morena con el paso del tiempo.
Las últimas grandes batallas se librarán en estos meses. El PRI será actor importante para defender la democracia mexicana que, con renuencia, ayudó a construir. Esa democracia fue parte del tránsito forzado al neoliberalismo que se nos impuso desde el exterior, para salvar a México, de las bancarrotas generadas en los sexenios de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.
No todo ha sido malo en esta etapa, la clase media se amplió, los empleos formales crecieron y el Tratado de Libre Comercio nos hizo los principales socios comerciales de los Estados Unidos. Sin embargo, la aplicación insensible de este modelo dejó mucha pobreza en múltiples regiones del país. Lo que sumado a la corrupción de la clase política empeoraron los escenarios. Así, el vendaval del Mesías Tropical vino a cimbrar al país hasta los cimientos y estamos ante un cambio de régimen.
AMLO está empeñado en destruir la democracia
El país está envenenado y fracturado. Los mexicanos ya nos resignamos a los malos gobiernos. Ahora, los elegimos a cambio de dinero en las cuentas, antes lo hacíamos por tinacos y cemento. Somos un país de pobres y sin ideología. Navegamos sin rumbo, y sin desarrollo ni progreso. Andrés Manuel, dinamitó al frágil Estado de Bienestar que se construyó durante 60 años. Lo sustituyó con dádivas y demagogia. López Obrador peleó fieramente por la presidencia de la República, durante años. Ahora, ya impuso a su sucesora y construyó un gran proyecto transexenal. El tabasqueño consolidó un gran poder, ahora luchará por ampliarlo y por conservarlo. Veremos cómo lo entrega. O, si lo hace.
En este momento, como arquitecto absoluto de su triunfo, le corresponderá dictar la nueva historia de México, la de su Cuarta Transformación y el destino inmediato del país. Por lo pronto, no suelta el timón y busca afanosamente la forma de perdurar y trascender transexenalmente. En el pasado, las pugnas entre los presidentes entrantes y salientes condujeron a pleitos interminables, desprestigio, repudio y hasta destierro. Pocos expresidentes han logrado visitar lugares públicos sin recibir reproches y abucheos. Mejor emigran a otros países.
En este momento, el tabasqueño tiene como objetivo quedarse con la mayoría constitucional en ambas cámaras legislativas y destruir los contrapesos democráticos. Primero, está a punto de lograr una sobrerrepresentación absurda torciendo las leyes y a los magistrados electorales. Y simultáneamente, va por modificar la constitución para que los jueces y magistrados se elijan en votaciones abiertas a la población, con campañas y todo lo que implica la hegemonía y las mañas morenistas. Veremos.