En reposo, un corazón sano late de media entre 60 y 100 veces por minuto. Esa frecuencia se acelera cuando estamos practicando deporte, y puede ralentizarse mientras dormimos. Sin embargo, cuando el ritmo de los latidos cardiacos es irregular de forma frecuente y supera los 100 latidos por minuto (lpm) o no llega a los 60, puede ser una señal de que nuestro corazón no bombea bien la sangre. Ocurre si sufrimos arritmias, que son alteraciones del ritmo cardiaco.
Las arritmias se dividen en dos tipos: taquicardias, cuando el corazón bombea la sangre demasiado rápido, y bradicardias, término que se utiliza cuando hay menos de 60 latidos por minuto. Estas últimas pueden ser asintomáticas y no requerir tratamiento. Incluso podrían llegar a ser beneficiosas para los mayores de 60 años, como concluye un estudio publicado en American Journal of Cardiology, que afirma que la bradicardia asintomática puede tener un efecto protector especialmente en personas de más de 60 años.
¿Cuándo se trata la bradicardia?
Sin embargo, cuando el bajo número de latidos por minuto causa síntomas como debilidad, fatiga, palpitaciones, mareo, síncope, dolor torácico o pérdida de conocimiento, sí puede ser una señal que nos avisa de un problema. En estos casos, la bradicardia puede estar causada por una enfermedad cardiovascular, envejecimiento, defectos heredados o congénitos u otras causas no relacionadas con el corazón como el empleo de medicamentos como los betabloqueantes y otros fármacos antiarrítmicos que contribuyen a disminuir la frecuencia cardiaca.
Si existe alguna patología que cause esa bradicardia produciendo los síntomas descritos, la solución es un marcapasos, como explica el doctor Nicasio Pérez Castellano en este vídeo de la sección #telodigodecorazón. “El tratamiento consiste en el implante de un marcapasos con el que el paciente, en la inmensa mayoría de las ocasiones, va a hacer una vida totalmente normal”, afirma.