El joven presidente de Chile está frente a una encrucijada dolorosa después de que el rechazo se impusiera en todas las regiones y en las principales comunas.
Gabriel Boric está frente a una tarea muy desafiante. Tendrá que rescatar su proyecto político, amenazado por la nueva configuración de poder que surgirá del aplastante triunfo del Rechazo a la nueva Constitución. Esa victoria era previsible. Pero no en la magnitud con que se presentó: una diferencia de casi 24 puntos porcentuales a favor de los que no quisieron el texto reformado. Votaron alrededor de 13 millones de personas, un nivel de participación que no se registra en Chile desde los años 90, cuando el voto era obligatorio. Para tener una referencia: en la segunda vuelta presidencial de 2021 votaron 8.349.386 ciudadanos. El Rechazo se impuso en todas las regiones y en las principales comunas. En la segunda vuelta que, en 2021, le llevó a la Presidencia, Boric obtuvo 4.620.890 votos. Ayer el Rechazo consiguió 7.881.073.
La aritmética ofrece otra comparación. Cuando se puso a consideración abrir el proceso de reforma de la Constitución, el Apruebo triunfó con 5.892.832 votos. Quiere decir que, en sólo dos años, la actitud de la sociedad frente a su sistema institucional experimentó un cambio llamativo. Es razonable que haya sido así. Más allá de que la reforma constitucional ha sido un anhelo de una franja importante de la dirigencia política chilena desde mucho tiempo atrás, esta modificación a la que ayer se le dijo que no fue la salida desesperada de una elite acorralada por manifestaciones de protesta con arrebatos de furia. Es bastante comprensible que ese clima, a la larga, se atenuaría. Y con él las preferencias del electorado respecto de los cambios deseables.