“La revolución de las conciencias” ha hecho de su “autoridad moral” la multiusos arma de destrucción masiva, pues sirve para violar la ley que para descalificar a todo aquel que, real o imaginariamente, consideran un adversario.
Más preocupante que sea la excusa utilizada para cerrar espacios de diálogo, porque desde la soberbia del pedestal de su “autoridad moral” el oficialismo cree, como en el viejo bolero, que quienes piensan distinto no están a la altura de su vida.
Si de sermones se trata, recuerden al fariseo que oraba: “Dios te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros”. Tal soberbia, dice el evangelista Lucas, mereció de Jesús esta sentencia: “el que se enaltece será humillado”.