Lo primero que encontramos en una etiqueta es el contenido energético en calorías y kilojulios. Después las grasas totales y, dentro de estas, tendremos el detalle de las grasas saturadas. «Estas deben estar en la menor cantidad posible para proteger nuestra salud», indica Laura Isabel Arranz, doctora en nutrición, farmacéutica y dietista-nutricionista. A continuación, estarán los hidratos de carbono y dentro de ellos encontraremos siempre los azúcares (se contabilizan todos, los añadidos y los presentes de forma natural). También, encontraremos la información relativa a la cantidad de proteínas y sal que tiene el producto. «En cuanto a la sal, conviene decir que es como en el caso de los azúcares, se cuenta tanto la añadida como la naturalmente presente en el alimento en forma de sodio», añade.
«Si vemos azúcar en los primeros puestos, el producto tiene bastante azúcar añadido respecto al resto de ingredientes que vienen después», explica y pone como ejemplo una crema de almendras. Si al mirar sus ingredientes, antes que las almendras aparece el azúcar, quiere decir que este es su ingrediente principal. Otro factor a tener en cuenta es cuando un ingrediente lleva indicado un porcentaje. Continúa la profesional con un ejemplo práctico: «Si la crema de almendras tienen, junto a «almendras», indicado un 40%, eso querrá decir que tiene más de ese porcentaje de azúcar, pues aparecía antes». «Por todo esto, el orden y los porcentajes de algunos ingredientes pueden guiarnos a la hora de comprar», indica.