El Renacimiento fue una época obsesionada por las apariencias. La catedrática Jill Burke analiza el poder del aspecto físico en ‘Cómo ser una mujer del Renacimiento’. Publicamos un extracto
Este texto explora cómo los cambios históricos y culturales afectan la percepción y el tratamiento de los cuerpos humanos. Argumenta que las características físicas no son solo producto de la genética, sino también de un intercambio continuo entre el cuerpo y el entorno. En las últimas décadas, los cuerpos se han vuelto más sedentarios y ligados a las pantallas, con cambios en las expectativas sobre la apariencia influenciadas por las redes sociales, la pornografía, las aplicaciones de manipulación de imágenes y la cultura de la autoayuda.
La herencia cultural de la Europa renacentista, especialmente de Italia, sigue presente en nuestros días. Entre 1400 y 1650, Europa vivió un apogeo cultural significativo que marcó el comienzo de la Edad Moderna. La invención de la imprenta facilitó el intercambio de información y los descubrimientos geográficos expandieron el comercio y la explotación global. Los grandes puertos europeos se convirtieron en centros cosmopolitas.
El arte renacentista, caracterizado por la perspectiva cónica y el naturalismo, no solo innovó técnicamente, sino que también impulsó la revolución científica en campos como la anatomía y la botánica. Este arte introdujo el desnudo naturalista y el retrato realista, lo que aumentó el escrutinio del aspecto externo. El ideal del cuerpo femenino cambió del estilo gótico al reloj de arena, influenciado por las estatuas antiguas.
La obra «La Venus de Urbino» de Tiziano es emblemática de este cambio, mostrando una figura femenina idealizada que suscitaba deseo en los espectadores masculinos de la élite. Sin embargo, poco se sabe sobre las reacciones de las mujeres de la época. Las representaciones femeninas en el arte renacentista tuvieron efectos profundos en las vidas de las mujeres reales, apareciendo en diversos contextos públicos y privados.
Un ejemplo es una campesina retratada en un libro de viñetas de 1575, que aunque trabajando, sigue representando los ideales de belleza renacentista inspirados en los sonetos de Petrarca. Estos estereotipos femeninos eran omnipresentes en la literatura y la cultura de la época, describiendo atributos como cabello dorado, ojos estrellados y labios de rubí.
El texto también menciona el primer libro impreso de consejos de belleza, «Venustà», publicado en 1526. Este pequeño panfleto ofrecía recetas de cosméticos accesibles a mujeres trabajadoras, prometiendo mejorar su apariencia y, por ende, sus perspectivas de vida. Las recetas incluían desde maquillaje hasta remedios para problemas específicos de las mujeres trabajadoras, como quemaduras solares y manos ásperas.
Además de cosméticos, «Venustà» también contenía remedios ginecológicos, siguiendo una tradición medieval que combinaba la salud reproductiva con la cosmética. Este tipo de publicaciones, conocidas como «libros de secretos», eran muy populares y se vendían por miles en toda Europa, ofreciendo consejos prácticos para la vida cotidiana.
En resumen, el texto destaca cómo la percepción del cuerpo y la belleza ha sido influenciada por factores históricos y culturales, desde el Renacimiento hasta la era digital actual, reflejando una interacción constante entre el individuo y su entorno.