Andrés Manuel ya está en campaña. Solamente le importan las victorias y hará de todo para conseguirlas. Para él, las leyes no son impedimento para sus acciones. Él va tras más poder para sus proyectos. Él quiere construir una leyenda, su pase a la historia ya lo tiene en la bolsa. Aún no sabemos si tendrá estatura para acompañar a sus próceres, pero sin duda, hace más de un cuarto de siglo que no veíamos a un animal político de estas dimensiones.
Su gobierno fracasó, pero su proyecto político y sus juegos de poder van viento en popa. Actualmente, parece imparable y hasta temible. No es invencible y eso lo sabe; en junio del 2021 la alianza opositora despojó al mandatario de su mayoría calificada y ahora se ve forzado a gobernar mediante decretazos.
Los proyectos estratégicos de López Obrador avanzan a tropezones, cada día se les disparan los presupuestos y surgen más retrasos. Así, seguramente, serán inaugurados sin estar terminados. Estas obras fueron mal planeadas y peor ejecutadas, parecen más surgidas de caprichos de visones nostálgicas, que verdaderamente coyunturales para impulsar el desarrollo del país. Aunque, tal vez, para el deprimido sureste resulten como polos de desarrollo, pero a nivel muy local no global.
En contraste, el progreso para el resto del país está atorado entre la pandemia, la inflación, la amenaza de estanflación y las ocurrencias y posturas pseudo ideológicas presidenciales que empeoran y envenenan el tema.
Sin embargo, las mejores obras serán los macroproyectos para solucionar los problemas del agua en las zonas metropolitanas de La Laguna y en Monterrey, ambos son destacados polos de desarrollo norteños. Tiene razón el presidente en quejarse de la forma en que se ha explotado, por más de 100 años, el agua en esas regiones del país. Ha sido en forma criminal y abusiva.
En La Laguna, las agroindustrias privadas agotaron los acuíferos y los llevaron a contaminarse con arsénico. Los algodoneros se volvieron lecheros en los años cincuenta del siglo pasado cuando la bonanza algodonera se agotó. Entonces, el gobierno federal los apuntaló con créditos y apoyos financieros para mejorar los hatos, adquirir ordeñadoras modernas, estímulos fiscales, mercado cerrado y cautivo, refrigeradores, pipas y plantas pasteurizadoras. Simultáneamente, Peñoles se convirtió en casi un monopolio de la refinación de plata y el comercio de plomo. De igual forma, surgieron enormes fortunas entre empresarios y políticos a expensas de los recursos de todos.
Los laguneros, sus empresarios, sus élites políticas y sus ciudadanos volvieron un desierto a su oasis de vergel. Ellos respiran y llevan plomo en la sangre; también, viven envueltos en tolvaneras y beben arsénico. Aún, así, siguen reverenciando a Lala y a Peñoles. Ellos, siempre tan independientes, tan orgullosos y regionalistas podrían ser salvados por el presidente Andrés Manuel y sus miles de millones federales.
Nuevo León, por su parte, es un caso especial. Su poderío industrial, comercial y financiero es impresionante. Sin duda es la región más desarrollada del país. Sus clústeres, cervecero, metalúrgico y financiero construyeron progreso, educación y fortunas.
En Monterrey emergió una clase media y obrera politizada, a veces enfrentadas, pero generalmente unidas por los empleos y prestaciones que se disfrutaban, como casi en ningún otro lugar del país. Tenían acceso a viviendas, escuelas, servicio médico, comedores, despensas y reparto de utilidades. Casi siempre apoyados en sindicatos blancos y alejados de las grillas cetemistas e izquierdistas que aparecían cíclicamente.
El panismo creció a finales del siglo XX en el vecino estado y finalmente el empresario, Fernando Canales Clariond, se convirtió en gobernador en 1977. Los regios entraron de lleno a la alternancia política y prosiguieron su desarrollo económico acelerado. Luego, llegaron más priistas, panistas, un independiente y ahora un personaje extravagante como Samuel García a su Palacio de Gobierno. También, llegaron a un momento en el que se quedaron sin agua, para sustentar a los millones de habitantes de su mega zona metropolitana.
Todo ese experimento democrático los dejó en manos de tipos que fallaron en lo más importante: darle sustentabilidad a su polo de desarrollo. Al parecer, el presidente López Obrador, enfrentado con su clase empresarial, entrará a rescatarlos al igual que a los laguneros. En esos lugares hay millones de votantes que AMLO quiere para el 2023 y 2024; y actualmente, es el único con dinero suficiente para arreglar esos problemotas. Veremos.