Es una época interesante en la vida política del país. Estamos, otra vez, ante un presidente que está empeñado en imponer a su sucesor. Por lo que se ve, por las buenas o por las malas. Por lo pronto, la irrupción de Xóchitl Gálvez en la carrera electoral rompió varias páginas del plan de López Obrador, y ya ha modificado varios escenarios. Andrés Manuel intenta recobrar el control del proceso, y lucha intensamente para lograrlo. Su legado no puede estar en riesgo.
En el tramo final de su gestión, a menos de un año del día de la elección, el desgaste de su gobierno y de su persona es evidente. Son cinco años de fracasos en grandes temas, y sus mayores aciertos están muy focalizados. Sus obras magnas van retrasadas, y son inauguradas incompletas y poco operativas, como en los viejos tiempos del PRI.
Entre los clasemedieros, que ya no aprueban al presidente, a la 4T, ni a las corcholatas, la senadora hidalguense ha sido muy bien aceptada. En las redes van creciendo las muestras de respaldo a Gálvez, y pareciera que se encamina a convertirse en un fenómeno político, capaz de alterar los planes de Andrés Manuel.
Sin embargo, Xóchitl primero debe vencer a la partidocracia prianista y posteriormente a la maquinaria electoral morenista. El presidente será su principal adversario. Él será el jefe de campaña y el candidato “virtual” de su partido, su corcholata irá más como súbdito que como líder del movimiento. Ninguno de los morenistas, ni Claudia ni Marcelo tiene, actualmente, la estatura para encabezar a las tribus guindas, tan rijosas como desunidas. Solamente AMLO las cohesiona, cuando las necesita.
De esta forma, en su óptica, tiene que debilitar a Xóchitl desde ahora y desde la mañanera. Él es consciente de que sus mejores corcholatas carecen de carisma. Él es un convencido de que las elecciones se ganan seduciendo al elector con emociones y no con trayectorias ni programas. Entonces, quiere frenar a la única carismática de la contienda.
Por lo tanto, López Obrador, tiene que ganar la presidencia desde ya. De esta forma, ya ha emprendido una feroz batalla para intentar acabar con la adversaria, desde el proceso interno opositor. Aun antes, de que el año electoral inicie. Ni siquiera ha pasado la primera etapa del proceso de Unidos x México y ya AMLO diariamente descalifica a Gálvez a través de sus medios, redes y bots.
Para el presidente lo más importante es su legado. La Cuarta Transformación debe consolidarse y perdurar transexenalmente. No quiere arriesgarse a ser echado al basurero de la historia, como un mandatario anecdótico. En su percepción, ahora está cerca de instalarse junto a los héroes. Y ninguna adversaria proletaria, con sangre indígena, debe vencer a sus candidatos de apellidos extranjeros y de clase media acomodada, como Claudia Sheinbaum Pardo y Marcelo Ebrard Casaubon. La narrativa está destruida. Las cosas se pondrán intensas e interesantes. Veremos.