El presidente apuesta fuerte. No le gustan los cabos sueltos, quiere ganar las elecciones federales. A Andrés Manuel le molesta la crítica, pero más le molestan las derrotas. Por el momento, López Obrador ha construido una percepción ganadora, para su candidata Claudia Sheinbaum, con la que incluso sus rivales, van perdiendo los ánimos rumbo al 2024. Los partidos opositores están descabezados y las dirigencias andan ocupadas en salvarse a sí mismos de persecuciones político-judiciales. Mientras, la campaña de Xóchitl Gálvez avanza casi sin rumbo. Sin sembrar ideas ni generar reacciones masivas. Al parecer no prende.
El presidente avanza intentando doblar a los medios de comunicación, y cooptando encuestadores, siempre tan necesitados de los contratos con los gobiernos para subsistir en las nuevas condiciones del país y los cambios tecnológicos. El gobierno federal y el de la ciudad de México gastan miles de millones de pesos, en propaganda mediática que acapara los reflectores para los candidatos del tabasqueño.
La vida política y del país gira en torno a López Obrador y sus ataques, mentiras y exageraciones cotidianas. El ambiente electoral no es bueno. Adicionalmente, hay demasiada inseguridad en muchos lugares del territorio nacional. Algunos especialistas extranjeros señalan que la mitad del territorio está dominado por la delincuencia.
La presidencia del tabasqueño está por terminar. Él apresura el paso, e inaugura sus obras estelares. No importa si están inconclusas, le gusta hacerlo varias veces. Como siempre, promete cosas que no cumplirá y que sus devotos seguidores y beneficiarios de su gobierno le aplauden. Al mandatario le agradan mucho las lisonjas y se siente muy amado por el “pueblo bueno”. Pero ese amor que presumen lo constataremos hasta el 2 de junio de este año.
A la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, le urge mejorar su posicionamiento rápidamente. Para ello, requiere el apoyo de un estratega electoral de clase mundial, de la experiencia del español Antonio Solá, el célebre autor de la frase: “López obrador es un peligro para México”. Esta frase fue decisiva para la apretada victoria del aspirante panista, Felipe Calderón Hinojosa en el 2012, sobre el furioso tabasqueño.
Este proceso será muy complicado, será una Elección de Estado; llena de la intervención cotidiana del presidente, del dinero y la propaganda estatal. Además de los acarreos masivos a los eventos de Claudia Sheinbaum y el día de las votaciones.
Por el momento, el voto duro morenista se manifiesta sólido, mientras el voto oculto crece y está presente como en los tiempos del viejo PRI. De esta forma, muchas empresas demoscópicas de plano levantan estudios sesgados, regresan a los sectores en donde ya se encuestaron a simpatizantes guindas en los procesos internos a lo largo del sexenio. Además, todavía hay muchas negativas a responder las preguntas de los encuestadores. Hay desconfianza en muchos sentidos. La incertidumbre causa desaliento en muchos casos.
El proceso electoral sigue su marcha, aunque las fechas que marcan las leyes aun no llegan. Sin duda será un proceso trepidante. De sus resultados dependerá el futuro del país y de varias generaciones de mexicanos.
En este sexenio aprendimos mucho acerca del populismo, del derroche y de la incapacidad de un gobierno dirigido por un personaje tan ávido de poder y tan insensible al dolor que se vive en muchos hogares del país. Para el oficialismo, en el escenario electoral, todo está decidido, otros aseguran que vienen varias sorpresas. Las cosas están interesantes. Veremos.