El presidente López Obrador, fracasó como gobernante. Reconoce que no ha podido con la tarea. Se le agota el tiempo de su mandato y anhela más. El tema le ronda la cabeza y a veces lo expresa. Sabe que domina el panorama político y no se quiere ir de Palacio Nacional. Se manifiesta demócrata, maderista, pero se volvió adicto al poder presidencial. La Magia de la silla del Águila ya lo atrapó, por lo pronto tantea esos terrenos.
Andrés Manuel, está agobiado por el vendaval de escándalos de corrupción que salpican a su gobierno, y a su trayectoria para llegar a él. Son ya demasiados casos que lo han despojado de su aura de calidad moral, y de la percepción de anti corruptible
El país, ha sido sacudido por casi un millón de muertos, desde que AMLO llegó al Palacio Nacional a tomar las decisiones. Son muchos los territorios perdidos ante la delincuencia, a lo largo y ancho del país. El sistema de salud ha sido desmantelado y la pobreza va creciendo. El dinero público se ha agotado, en sus programas y proyectos. El endeudamiento público ya es acelerado. Hay una crisis global acechando y los expertos hablan de una devaluación inminente.
Sin embargo, él es un ganador en lo político. Se volvió muy poderoso, fracturó a la Alianza del Prian. Al PRI lo pulverizó, lo dejó sin gobernaturas y fragmentado. Ya dobló a la clase política, incluidos los magistrados. Los tres poderes están sometidos y sólo las individualidades están destacando. Hay demasiados pecados en el lomo de los políticos mexicanos. AMLO lo sabe y los doblega sistemáticamente. Por lo pronto, aun con un mal gobierno y un partido caótico, tiene desconcertados y debilitados a sus adversarios rumbo al 2024. Veremos.