Bastaba que un político ambicioso se decidiera a romper los candados, para ponerla en riesgo. Sin embargo, era necesario que un personaje sintiera desprecio por la opinión pública y la publicada, para que se atreviera. Este mandatario debía sentirse demasiado confiado tanto en su popularidad como en su respaldo. O, de plano, era suficiente con que su ambición lo llevara al punto de intentar destruir a la frágil democracia mexicana. En ese momento estamos. Hasta esos extremos han llegado las cosas. El autoritarismo está al acecho y avanzando.
El presidente, ya tiene claro que perdió su magia. Luego de la sorpresiva mega manifestación, que los ciudadanos realizaron en su contra, López Obrador comprendió la magnitud del rechazo, que se ha ido consolidando, contra su estilo personal de gobernar. Él ya sabe, que tal vez, ya ha ido demasiado lejos con su polarización. Entonces, decide meter el acelerador para destruir al INE. No quiere que nada, ni nadie, le estorbe en sus planes para el 2024.
A la soberbia presidencial, los millones de clasemedieros, que sacaron la cara para exigirle que no toque al instituto electoral, la desmoronaron a gritos. Andrés Manuel va por todo, presidencia y mayoría en las cámaras federales y en casi 30 estatales que se juegan en el 2024. Para él, ya no hay vuelta atrás. Sabe que el INE y las elecciones incuestionables, que conocimos por un par de décadas, podrían terminar este año en Coahuila y el Edomex. Él está empeñado en hacerlo.
Efectivamente, la oposición partidista está descabezada debilitada y semidestruida. No hay líderes capaces de derrotar a la maquinaria morenista, que ha sentado sus bases de financiamiento y territoriales en22 estados. Sin embargo, los ciudadanos están listos para intentar cerrarle al paso al tabasqueño, y a sus corcholatas. Ya no quieren más 4T, en Palacio Nacional.
En México, las elecciones se ganan con dinero, con muchísimo dinero. En esta ocasión, el partido del Cash, ya tiene decenas de bóvedas de donde abastecerse y millones de pensionarios y becarios para ser movilizados a las urnas. Son 22 gobernadores, listos para hacer ganar a la 4T. Es un proyecto de poder, no es un proyecto social. La mayoría morenista, en las cámaras federales, aprobaron reformas que le quitan garantías de limpieza, a los procesos electorales. No les importó que fueran anticonstitucionales; obedecieron ciegamente, las órdenes del tabasqueño.
Si los errores y trampas, en las elecciones del 2024, se multiplican. Entonces, el mayor experto en protestas en el país entraría en acción. AMLO es especialista en escándalos, litigios y fraudes electorales. Es el personaje más diestro, para navegar esas turbulentas aguas. Y, ya se sabe, a río revuelto ganancia de pescadores. Ya solamente, la Suprema Corte de Justicia puede frenar las reformas anticonstitucionales. Se requieren ocho ministros valientes. Veremos.